miércoles, octubre 17, 2007

TIEMPO DE LEER


Al año de haber fallecido Tomasi di Lampedusa y, después de ser rechazada su publicación en varias ocasiones, la obra de "EL GATOPARDO" fue publicada con un éxito y un recibimiento total, por parte de público y de crítica, hasta el punto de que hoy se la considera una obra maestra de la literatura italiana. El autor, de familia aristocrática, era descendiente de los príncipes de Lampedusa. Viajero impenitente, de inquietudes artísticas, no fue hasta el final de su vida que se atrevió con la escritura. Nos cuenta la historia de la familia del príncipe de Salina, don Fabrizio. Los soldados de Garibaldi y del rey Emmanuelle II han invadido Sicilia, en su intento de unificar Italia, y el príncipe don Fabrizio Salina asiste, impotente, al cambio que trae la nueva época, el final de su propia clase.
Stellucia, su mujer; Concetta, su hija; Tancredi, el sobrino del príncipe; Don Calogero, el alcalde; Angélica, hija del alcalde; el padre Pirrone, jesuíta de Palermo; Don Onofrio, Francesco Paolo, Ciccio Tumeo, etc, son los personajes a través de los que el autor se sirve para reconstruir los ambientes del siglo XIX, al tiempo que refleja la obsesión que carcome al príncipe de Salina, descendiente de los normandos, ante su inminente final y el de su familia.



Es una de las obras más emblemáticas del escritor alemán, Günter Grass, que le valió ser galardonado con el premio Nobel de Literatura. En “EL TAMBOR DE HOJALATA”, el protagonista es Oscar Matzerath, un enano muy particular, que se niega a crecer y permanece así, por voluntad propia, en la edad física de los tres años, desde que le regalaron un pequeño tambor de hojalata que maneja con soltura y maestría y, a través del cual, habla, siente y se comunica. Su madurez mental, sin embargo, supera a la de los adultos "normales", a quienes ridiculiza en sus reflexiones, siempre que tiene ocasión. Su poder incluso adquiere capacidad vitricida -según él- cuando, debido a la agudeza de su grito, logra romper a capricho el vidrio de las cercanías.
Grass da un uso muy original, tanto a la primera, como a la tercera persona del narrador, que emplea de forma indistinta. Los hechos transcurren en la Segunda Guerra Mundial, en una curiosa mezcla de realismo y absurda fantasía. Desde la abuela de Oscar, Ana Bronski, y el cálido cobijo que José Koljaiczek halla bajo sus cuatro pares de faldas cuando huye; hasta su madre, Agnes, que mantenía una doble relación amorosa con Jan Bronski (hijo del primo de su madre) y Alfredo Matzerath, su padre legal; hasta su primer amor con María Truczinski, de quien nace Kurt, su hijo, aunque acaba casándose con Alfredo Matzerath, a la muerte de su madre, se suceden una serie de acontecimientos como el asesinato de Jan Bronski, su tío y amante de su madre, a manos de los nazis; o el cambio de carácter del señor Meyn, un músico que tenía cuatro gatos, siempre ebrio, que acompañaba con la trompeta al tambor de Oscar; o la destrucción del negocio por los nazis de Segismundo Markus, un judío, vendedor de tambores y juguetes, enamorado platónicamente de su madre; o cuando Greta Scheffler, la vecina de Oscar, aprende a leer con Rasputín; o el viaje por Europa con el espectáculo de Bebra, payaso musical, a la vez que maestro, de gran relevancia y afinidad para con Oscar, a cual más truculenta, pero donde se nos presenta la dura realidad del tiempo de posguerra.
Tras la apariencia infantil del protagonista, el autor critica la hipocresía de un mundo más preocupado por las apariencias y la falsa moral que por los crímenes o las mentiras. Grass demuestra su habilidad como escritor y cambia de registros con facilidad, ya desde perspectivas insólitas o ya entregado a lúcidas improvisaciones, en un alarde de auténtico oficio. El tema social, ironizado con este tratamiento entre simbólico y original, sirve de puente para recobrar el hilo de la moral existente y compararla con el antes y el después de una guerra que afectó no sólo a Alemania sino también al mundo circundante.




En "OTRA VUELTA DE TUERCA" nos hallamos, sin duda, ante la obra maestra de un Henry James maduro de oficio. Se trata de un relato de fantasmas, de un terror que adquiere tintes ancestrales, de naturalidad, a partir de un hecho poco claro e insignificante. La protagonista, una institutriz, es la encargada de educar a un niño, Miles, y a una niña, Flora, que viven en un palacio señorial y apartado. La señora Grose, ama de llaves, entabla amistad con la institutriz que enseguida observa circunstancias y detalles anómalos alrededor de los niños. El fantasma de los cuidadores precedentes, que desaparecieron por causas desconocidas, aparece en torno a los niños, en una especie de acoso irreal, tenebroso y perjudicial para ellos. El señor Peter Quint y la señorita Jessel son los fantasmas de los criados anteriores que intentan apoderarse de la fragilidad del alma infantil. La institutriz entabla una auténtica lucha psicológica con ambos en su intento de proteger a los niños.
James construye con acierto personajes y situaciones, los sostiene con una observación cuidada que va modelando al detalle. La impresión al leerlo es que el autor busca la perfección, tal vez en extremo, para dar esa sensación final de acabado, rotunda, pero a la vez crea un estilo que atrae. Elabora una trama que cobra verdadero interés para el lector, sin descuidar la forma, con un uso exquisito del lenguaje, refinado, elegante, va incorporando un elemento enigmático en ese ambiente aparentemente aristocrático o burgués, de riqueza y solemnidad, pero que tampoco es extraño al misterio o al más puro horror. Una lectura, en suma, que seduce.

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¡ FELICES LECTURAS, AMIGOS/AS !
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