domingo, diciembre 30, 2007

LEER Richard Milward


El escritor Richard Milward revoluciona la literatura del Reino Unido. Con sólo veintitrés años ha fascinado con “Apples”, una historia dura que revela la vida de dos adolescentes marcados por las drogas. La cita es en un pub de Soho. Me recibe con una pinta en la mano y me invita a sentarme.


-¿Eres tú el Salinger de nuestro tiempo?
Eso dicen algunos, pero si te dejas influir por los críticos acabas siendo un escritor terrible.

-¿Cuándo empezó a escribir?
A los doce años. Antes de “Apples” escribí seis libros y mandaba las copias a los editores pero no me publicaron nada, aunque me animaban sus cartas.

-La historia de “Apples” está contada por los dos personajes principales, Adam y Eva. ¿Son personas reales?
Son una mezcla de personalidades, aunque Adam tiene bastante de mí.

-El libro está ambientado en Middlesbrough y por la fama que tiene parece el “Bronx” del Reino Unido, ¿es para tanto?
No. Conozco bastante bien la zona porque tengo muchos amigos. Es cierto que hay crimen y droga, pero la gente tiene un gran sentido del humor y cuidan el uno del otro. Hay sensación de unidad y eso es precisamente lo que falta en otras ciudades.

-Han comparado su novela con “Trainspotting”…
Fue un libro que realmente me marcó. Es una locura de historia y por eso me halaga la comparación. Parece que la gente se asusta cuando se habla o se escribe de cosas realmente desagradables.

-Y a usted le han comparado con Salinger…
Realmente mi autor preferido es Richard Brantigan. Se suicidó y su cierpo fue encontrado un día antes de que yo naciera.

-¿Ha tenido que tomar drogas para poder escribir lo que sentían los personajes?
Yo necesito estar totalmente sobrio para escribir, bajo las influencias de las drogas resulta terrible. Supongo que como soy bastante crítico necesito estar con la mente muy clara.

-¿Cree que puede ganarse la vida escribiendo?
Sí, eso espero. Sé que está difícil, pero no necesito muchas cosas materiales para ser feliz. Un pequeño apartamento y poco más.

-En 2009 publica su segunda novela ¿Su ritmo va a ser dos por año?
Sí. Soy muy constante y escribo una hora y media al día, es mi droga. Las ideas surgen en mi cabeza sin parar y necesito escribirlas.

-El título es “Ten Storey Store” y trata sobre… ¿preservativos?
Es un libro sobre el sexo, la muerte, bastante experimental. Es muy surrealista y sí, habla de condones.

-¿Cómo le trata la gente ahora que es “famoso”?
Mi familia y mis amigos están orgullosos y sólo los que son muy estúpidos han empezado a tratarme de otra manera.





*(Extraído de Cultura y Espectáculo, “La Razón”, Diciembre de 2007).-
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lunes, noviembre 26, 2007

Leer a Alicia Giménez Bartlett


La mujer policía más famosa de la literatura española, Petra Delicado, se embarca en una nueva aventura. "Nido vacío", es el título de la última novela de Alicia Giménez Bartlett y la séptima que protagoniza la singular inspectora, cuyas peripecias se han traducido a seis lenguas.


-¿Cuál fue su primer trabajo?
Cuando estaba acabando la carrera, di clases de latín en una academia costrosa. Estaba situada en un piso de Valencia y lo recuerdo muy bien, porque cualquier rincón de esa gran casa se aprovechaba. A mí me tocaba la cocina, que, por supuesto, no funcionaba, y allí me reunía con diez o doce alumnos a los que daba refuerzo de latín.(...)

-¿Y cuándo pudo vivir de la literatura? ¿Siempre fue su sueño?
Sí, hay escritores que quieren entrar en la Real Academia; otros, que les den el Premio Nobel, y yo quería ganarme la vida con los libros, ser una auténtica profesional de la literatura. Eso siempre lo tuve claro, pero no aconteció hasta el año 1995. En 1991 dejé las clases que daba a alumnos de instituto y estuve como tres años con unos ingresos bajos, hasta que empezaron a funcionar muy bien las cosas. Pero, aunque quede muy pedante decirlo, la mía fue una vocación de la infancia. Recuerdo que contaba historias a mi padre para que él las escribiera, porque yo no sabía. Esta ha sido siempre, siempre mi vocación, no he tenido otra.

-¿Se han cumplido sus aspiraciones profesionales?
Hombre, siempre querrías ser mejor escritor de lo que eres. Quizá no sea posible que yo escriba libros buenísimos... porque siempre tienes la sensación deque lo que has hecho no era suficiente. Entre el pensamiento y la realidad siempre hay un décalage (desajuste). Por eso, aún quiero escribir un libro muy bueno. Esa es mi aspiración, la única que no se ha cumplido. En lo demás he tenido muchísima suerte: he sido traducida a un montón de idiomas, gano dinero, tengo lectores, ¿qué más quiero? (...)

-¿Qué aconsejaría a los que ahora luchan por abrirse camino?
Que trabajen como bestias, no hay otro modo. La máxima de que nadie te regala nada es verdad. Y que estudien, eso de que "ya me lo sé todo" no hay que decirlo nunca. Yo les aconsejaría trabajo y curiosidad. Y los que quieran dedicarse a la literatura tienen que leer y leer, sólo así se aprende.



*(Extraído de "Infoempleo.com", 25 de Noviembre de 2007).-

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martes, noviembre 13, 2007

SI TE GUSTA LEER...

Algunos ya conocéis la historia de "EL TÍO ARISTO", no es la primera vez que subo este relato mío a la red. En esta ocasión lo he enviado a un Certamen literario de renombre, que consiste en premiar al más votado. No voy a pedir cantidades industriales de votos gratuítos -dejaría de ser honesto-, no escribo para eso ni es mi estilo. Los escritos que muestro en Internet no tienen otra pretensión que invitar a pasar un rato agradable disfrutando de la lectura, al menos equiparable al rato que también disfruté escribiendo. Me basta con un sencillo gesto de aprobación si, después de leerlo, os parece merecedor de ese voto. Simplemente por haber leído, os quedo agradecido:
¡GRACIAS A VOSOTROS/AS !


miércoles, octubre 17, 2007

TIEMPO DE LEER


Al año de haber fallecido Tomasi di Lampedusa y, después de ser rechazada su publicación en varias ocasiones, la obra de "EL GATOPARDO" fue publicada con un éxito y un recibimiento total, por parte de público y de crítica, hasta el punto de que hoy se la considera una obra maestra de la literatura italiana. El autor, de familia aristocrática, era descendiente de los príncipes de Lampedusa. Viajero impenitente, de inquietudes artísticas, no fue hasta el final de su vida que se atrevió con la escritura. Nos cuenta la historia de la familia del príncipe de Salina, don Fabrizio. Los soldados de Garibaldi y del rey Emmanuelle II han invadido Sicilia, en su intento de unificar Italia, y el príncipe don Fabrizio Salina asiste, impotente, al cambio que trae la nueva época, el final de su propia clase.
Stellucia, su mujer; Concetta, su hija; Tancredi, el sobrino del príncipe; Don Calogero, el alcalde; Angélica, hija del alcalde; el padre Pirrone, jesuíta de Palermo; Don Onofrio, Francesco Paolo, Ciccio Tumeo, etc, son los personajes a través de los que el autor se sirve para reconstruir los ambientes del siglo XIX, al tiempo que refleja la obsesión que carcome al príncipe de Salina, descendiente de los normandos, ante su inminente final y el de su familia.



Es una de las obras más emblemáticas del escritor alemán, Günter Grass, que le valió ser galardonado con el premio Nobel de Literatura. En “EL TAMBOR DE HOJALATA”, el protagonista es Oscar Matzerath, un enano muy particular, que se niega a crecer y permanece así, por voluntad propia, en la edad física de los tres años, desde que le regalaron un pequeño tambor de hojalata que maneja con soltura y maestría y, a través del cual, habla, siente y se comunica. Su madurez mental, sin embargo, supera a la de los adultos "normales", a quienes ridiculiza en sus reflexiones, siempre que tiene ocasión. Su poder incluso adquiere capacidad vitricida -según él- cuando, debido a la agudeza de su grito, logra romper a capricho el vidrio de las cercanías.
Grass da un uso muy original, tanto a la primera, como a la tercera persona del narrador, que emplea de forma indistinta. Los hechos transcurren en la Segunda Guerra Mundial, en una curiosa mezcla de realismo y absurda fantasía. Desde la abuela de Oscar, Ana Bronski, y el cálido cobijo que José Koljaiczek halla bajo sus cuatro pares de faldas cuando huye; hasta su madre, Agnes, que mantenía una doble relación amorosa con Jan Bronski (hijo del primo de su madre) y Alfredo Matzerath, su padre legal; hasta su primer amor con María Truczinski, de quien nace Kurt, su hijo, aunque acaba casándose con Alfredo Matzerath, a la muerte de su madre, se suceden una serie de acontecimientos como el asesinato de Jan Bronski, su tío y amante de su madre, a manos de los nazis; o el cambio de carácter del señor Meyn, un músico que tenía cuatro gatos, siempre ebrio, que acompañaba con la trompeta al tambor de Oscar; o la destrucción del negocio por los nazis de Segismundo Markus, un judío, vendedor de tambores y juguetes, enamorado platónicamente de su madre; o cuando Greta Scheffler, la vecina de Oscar, aprende a leer con Rasputín; o el viaje por Europa con el espectáculo de Bebra, payaso musical, a la vez que maestro, de gran relevancia y afinidad para con Oscar, a cual más truculenta, pero donde se nos presenta la dura realidad del tiempo de posguerra.
Tras la apariencia infantil del protagonista, el autor critica la hipocresía de un mundo más preocupado por las apariencias y la falsa moral que por los crímenes o las mentiras. Grass demuestra su habilidad como escritor y cambia de registros con facilidad, ya desde perspectivas insólitas o ya entregado a lúcidas improvisaciones, en un alarde de auténtico oficio. El tema social, ironizado con este tratamiento entre simbólico y original, sirve de puente para recobrar el hilo de la moral existente y compararla con el antes y el después de una guerra que afectó no sólo a Alemania sino también al mundo circundante.




En "OTRA VUELTA DE TUERCA" nos hallamos, sin duda, ante la obra maestra de un Henry James maduro de oficio. Se trata de un relato de fantasmas, de un terror que adquiere tintes ancestrales, de naturalidad, a partir de un hecho poco claro e insignificante. La protagonista, una institutriz, es la encargada de educar a un niño, Miles, y a una niña, Flora, que viven en un palacio señorial y apartado. La señora Grose, ama de llaves, entabla amistad con la institutriz que enseguida observa circunstancias y detalles anómalos alrededor de los niños. El fantasma de los cuidadores precedentes, que desaparecieron por causas desconocidas, aparece en torno a los niños, en una especie de acoso irreal, tenebroso y perjudicial para ellos. El señor Peter Quint y la señorita Jessel son los fantasmas de los criados anteriores que intentan apoderarse de la fragilidad del alma infantil. La institutriz entabla una auténtica lucha psicológica con ambos en su intento de proteger a los niños.
James construye con acierto personajes y situaciones, los sostiene con una observación cuidada que va modelando al detalle. La impresión al leerlo es que el autor busca la perfección, tal vez en extremo, para dar esa sensación final de acabado, rotunda, pero a la vez crea un estilo que atrae. Elabora una trama que cobra verdadero interés para el lector, sin descuidar la forma, con un uso exquisito del lenguaje, refinado, elegante, va incorporando un elemento enigmático en ese ambiente aparentemente aristocrático o burgués, de riqueza y solemnidad, pero que tampoco es extraño al misterio o al más puro horror. Una lectura, en suma, que seduce.

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¡ FELICES LECTURAS, AMIGOS/AS !
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sábado, julio 21, 2007

LECTURAS EN VERANO


Con el verano también llega el ansiado período vacacional, ese espacio de tiempo siempre breve, aunque tan necesario, que este año me he propuesto organizar con intención de aprovecharlo mejor. A tal fin he cogido una hoja de papel y, a un lado, he anotado las ofertas disponibles: precios, hoteles, mapas, programas, actividades, horarios... ¡Qué caro todo! De repente me he sentido abrumado por el acúmulo de tantas necesidades innecesarias. Mientras intentaba huir de esta especie de vorágine desatada que amenaza con agotar las ganas de antemano, he ido garabateando, en la otra mitad del papel, un árbol, un río, un pájaro en una nube y, casi sin darme cuenta, he topado con la segunda opción, la que he elegido. Cerca de la orilla, a la sombra de un árbol y con un par de buenos libros que me acompañen; bueno, o tres o cuatro o... No importan los títulos, créanme, tan sólo elegir una buena compañía: ¡Buenas vacaciones, buen verano, buenas lecturas!



Cuando Virginia Wolf escribió la novela "AL FARO", vertió un caudal ingente de experiencias autobiográficas. Creó así un nuevo modo de conducir el hilo narrativo y, a través de los propios personajes, lograr expresar sentimientos, reflexiones o situaciones. Su estilo tiene mucho de poético: imágenes, símbolos o metáforas se despliegan en un alarde de introspección psicológica que ahonda en la búsqueda del núcleo central de los hechos, afectando las circunstancias, para convertirse en algo atemporal, maximizado, casi irreal. Podría afirmarse que a veces nos parece estar leyendo sus reflexiones internas en voz baja, sea en boca de uno u otro personaje, pero siempre su propio monólogo como directriz. Virginia prescinde del narrador para hacer que sean los personajes, por medio de sus impresiones, quienes creen el discurrir de la acción y del tiempo. Su imaginación portentosa pretende mostrarnos la riqueza de un mundo interior, que se basta para explicar o entender lo exterior, pero que no evita tampoco el sufrimiento. Original en el tratamiento y en cuanto a su aportación a la técnica narrativa, su innovación obedecía sin embargo a un carácter de índole más personal. Esta percepción particular de la realidad, sus continuas depresiones y crisis personales influyeron en su vida, en sus obras escritas y en el modo de tratarlas, hasta el punto de que tal grado de profundización y concentrada entrega la llevaron al suicidio como única vía de escape.
Virginia puso fin a sus días, tras varias fallidas tentativas, lanzándose al río, después de llenarse de piedras pesadas los bolsillos de su abrigo. Pero antes dejó escritas dos cartas para sus seres más queridos, su hermana y su marido; y además un legado de obras que nos ayuda a leer de otra manera.



En “VIENTO DEL ESTE, VIENTO DEL OESTE”, Pearl S. Buck nos ofrece un retrato de China y sus gentes con un estilo sencillo y directo, desde su preocupación por los valores fundamentales de la vida humana. El choque y la diferencia entre dos culturas es el núcleo central de la novela. Es su experiencia vital en China lo que le sirvió de base para su obra escrita. Aunque nació en Virginia (EEUU), se trasladó a vivir en China a los pocos meses.
Nos narra en primera persona la experiencia de Kwei-lan, una mujer china educada en la tradición de sus antepasados, casada con un marido que no sigue los preceptos tradicionales, debido al contacto con la cultura occidental. Acusa el contraste entre los nuevos y antiguos ritos: ha sido educada en la sumisión para dar un hijo varón a su esposo. Además, asiste al regreso de su hermano, que estudiaba en el extranjero, con su futura esposa, una mujer americana que desconoce sus costumbres ancestrales y que pronto se topa con el muro estricto e insalvable de la familia. Es el amor la herramienta capaz de doblegar estas murallas infranqueables: su marido no da importancia a las costumbres heredadas y, en cierto modo, le manifiesta su cariño por encima de esas normas. La mujer de su hermano, a la vez, defenderá su amor ante todo contratiempo, mientras el hermano se enfrenta a la familia en favor del amor de la mujer que ha elegido para casarse.
Fue la primera mujer norteamericana en recibir el premio Nobel.



A Marguerite Duras en "EL AMOR" le basta con una playa, un hombre y una mujer como el escenario solitario donde desarrollar su experimento vital de pasión. Apenas unas pocas páginas componen esta serie de capítulos cortos, estructurados a modo de obra teatral y le sirven para crear este microclima particular. Es dentro de este contexto de soledad, aislamiento y, en cierto sentido, también de absurdo, donde mejor se refleja la relación que existe entre dos personas que se aman. En esta orientación metafórica el lugar llamado S.Thala equivale a todos los lugares, cualquier persona a todas las personas y la mujer, con sus miedos y anhelos, a todas las mujeres, en un intento de universalizar la expresión de ese amor. Así, el tiempo parece detenido en este ritmo propio que le imprime la autora a esta historia, con un tono crudo y visceral, acorde a su temperamento, sin contemplaciones a la hora de expresarse, porque escribe lo que siente sin cortapisas, sin miedo a confundirse, a pesar de la confusión que dificulta distinguir entre ficción o realidad. Reflejo de su propia experiencia vital, dura y valiente a la vez, es el vértigo pasional de la propia escritora el que asoma y se esconde, críptico en sus letras y, también así, a propósito, intencionadamente literaria, en su significado.



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sábado, junio 30, 2007

Leer a SILVER KANE


Francisco González Ledesma nació en Barcelona en 1927. Ganó el Planeta en el 84 con “Crónica sentimental en rojo”, aunque también se lo recuerda por Silver Kane, pseudónimo con el que firmó más de 400 novelas del Oeste. Acaba de publicar “La ciudad sin tiempo”, obra que firma como Enrique Moriel.


-Contaba usted 21 años cuando la censura le prohibió una novela por ser “pornógrafa, subversiva y roja”.
Cuando tu primera novela gana un prestigioso premio y viene a dártelo Somerset Maugham y te dice, además, que eres el mejor novelista joven de Europa, pues como que empiezas a creer que tu sueño se cumple. Luego llega Censura y te dice que no vas a publicarla de ningún modo y que vas a estar perseguido siempre y que no vas a poder firmar nada con tu nombre hasta el fin de la dictadura, pues como que la cosa se convierte en pesadilla y acabas recurriendo a Silver Kane para poder publicar, que era lo que realmente me importaba.(…)
-¿Fue duro ser Siver Kane?
Mucho. Cuando estás obligado a escribir una o dos novelas por semana para poder comer, o aprendes rápido técnicas y trucos o te mueres. Lo que hace falta para ser un novelista de una cierta técnica lo aprendí yo entonces.
-¿Qué es un buen escritor?
No se sabe. Lo que uno debe ser, más que buen escritor, es un escritor honrado. Para ello, lo último es pensar en el dinero. Que sea un acto de creación pura. Ése es un escritor. No el que escribe a tanto la pieza. Y te lo dice alguien que ha escrito, y mucho, a la pieza. Por eso sé de lo que hablo. Yo me consideraba un mercenario. Pero las novelas que escribía al margen, en las que sacaba lo que llevaba dentro, son las que me han hecho escritor.
-¿A cuántos escritores honrados ha conocido en su vida?
Parto de la base de que todos los escritores lo son. Si no cómo vas a ponerte a escribir, siendo como es una de las profesiones más inciertas que hay. Cuesta mucho que te reconozcan. Siempre puede haber un iluso. Pero, para mí, el escritor es una persona inicialmente honrada.
-¿Podría dar tres nombres a los que resulte indispensable leer (o releer)?
Sería injusto. Te diré que interesa leer todavía a Tom Wolfe, aunque, por otro lado, también a Balzac, a Zola o a Víctor Hugo. También a españoles como Pereda. Yo leo hasta los papeles del suelo.
-Juzgue el actual estado editorial…
No te puedo decir nada malo porque yo lo admiro todo. Lo que ocurre es que ahora, quizá, hay un cierto espíritu comercial. El editor quiere vender a toda costa y, por mucho que uno se empeñe en lo contrario, acaba al final por contagiarte algo de ese espíritu. Esto no digo que sea prostituir la literatura, pero posiblemente sí que sea edulcorarla un poco.


*(Extraído de Magazine “El Semanal”, por David Benedicte, Junio de 2007).-

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viernes, junio 08, 2007

LA LECTURA FANTÁSTICA DE ROAS

Conocido sobre todo por sus aportaciones críticas e históricas sobre la literatura fantástica europea y su repercusión en España, el barcelonés David Roas es también autor de un par de libros de relatos breves –en la línea de lo que se entiende por microrrelatos– a los que se une ahora Horrores cotidianos, conjunto que agrupa un manojo de narraciones de distinta extensión, desde una línea –como la que da título al libro, parodia de una celebérrima muestra de Augusto Monterroso– hasta quince páginas. Las compilaciones de esta naturaleza adolecen, por lo general, de falta de unidad, porque suelen acoger materiales de factura dispar y de épocas distintas. En el caso de Roas, sin embargo, varios factores contribuyen a rebajar este riesgo. En primer lugar, una carga paródica y humorística presente en casi todos los relatos que constituye un marcado rasgo de estilo, aplicado con frecuencia a las grandes creaciones culturales del ser humano, desde la aritmética (“¿Cuánto cuesta un kilo de carne?”) hasta el psicoanálisis (“Mecánica y psicoanálisis”), o desde la literatura (“Alabama”, “Necrológica”) y la teoría literaria (“Homo crisis”) hasta las ciencias naturales (“El Hipocondrio”). De esta mirada irónica no se libran los relatos literarios o cinematográficos de éxito. Así, “Los niños del Ferrol”, presentado como fragmentos procedentes “del diario personal del D. Meninges”, evoca la novela de Ira Levin Los niños de Brasil –y su versión cinematográfica–, en que se narraban unas supuestas actividades en el país americano del doctor Mengele, el “ángel de la muerte” de Auschwitz.
El otro elemento unificador de estos relatos, por encima de su diversidad, es algo que el título ya anuncia, y que consiste en que la mayoría de las historias transcurren en ámbitos cotidianos, familiares para cualquier lector –el pésame en un tanatorio, una cena conmemorativa, los agobios de unos padres recientes e inexpertos, un día en la oficina–, y es allí donde se produce la distorsión de la realidad, la rebelión de los objetos (“La conmoción de la máquina”) o la intromisión de lo maravilloso (“Autoridad espectral”, “El espíritu manta”). Algún cuento es la materialización narrativa de una fórmula lingüística (“Menos que cero”), y no faltan los homenajes cervantinos de signo distinto, como “La última aventura” o “La culpa fue de Jack London”, cuento éste narrado por un perro. Como cierre, “Palabras” habla de un escritor que acaba de morir y ha dejado multitud de anotaciones y manuscritos incompletos acribillados de tachaduras y correcciones que delatan “su lucha con las palabras, tratando de hallar, de recordar su estilo y de poder expresar su desesperación por ello” (p. 138). Una anotación apunta: “Hoy he examinado los relatos que concluí tiempo atrás. Tampoco me reconozco en ellos” (p. 139). Pero el escritor fallecido respondía al nombre de David, y entre sus obras se recuerdan las tituladas Los dichos de un necio, cuyo autor es David Roas, y Horrores cotidianos, que es el libro a cuyo final asistimos. La obra se vuelve de este modo hacia sí misma, en una inteligente pirueta que unifica en un todo el conjunto anterior y que el lector interpretará tal vez en clave confesional.



*(Extraído de un artículo de “El Cultural”, por Ricardo Senabre, Junio, 2007).-

viernes, abril 27, 2007

LEER A SIRI HUSTVEDT


En esta entrevista, la escritora Siri Hustvedt habla de su nueva novela, “Todo cuanto amé”, y de la relación con el novelista Paul Auster, su célebre esposo:



-¿Por qué este cambio de narrador tan brusco respecto a sus novelas anteriores?

-Bueno, ahora que está tan de moda hablar de la “edad interior” de cada persona, con mi marido solemos bromear que la suya nunca superó los 30 años ¡y que yo siempre tuve más o menos 80! No, en serio, fue una dificultad técnica consciente. Ya había escrito dos veces como una mujer y, en cuanto decidí que el narrador fuese un hombre, lo hice viejo, porque yo siempre me he sentido muy mayor, desde chica. Lo hice judío porque la historia transcurre en un momento particular de la cultura norteamericana y yo quería que él fuese hasta cierto punto un extraño, por ser judío y por haber nacido en Europa en 1930. Es decir, buscaba como narrador un personaje que no se sorprendiese demasiado de que las cosas más terribles puedan pasar en este mundo. Leo toma, a lo largo del libro, el punto de vista del observador, un observador que además es un exiliado. Además, mi madre vivió durante la ocupación nazi de Noruega y siempre me he sentido relativamente cerca de la sensibilidad europea a raíz de eso.

-¿Y por qué un libro tan triste?

-Porque quería mostrar que es imposible conocer de verdad a otra persona. Yo siento ese misterio todo el tiempo, pero a mí no me resulta triste. Una vez que uno lo acepta, el camino como pareja se vuelve tanto más excitante. Hay algo oculto en Bill, oculto incluso para él mismo, pero su matrimonio es un matrimonio de amor genuino. Parte del erotismo para Violet consiste, justamente, en que ella nunca logra comprenderlo del todo. Las relaciones que fallan muchas veces tienen que ver con un sentimiento falso de intimidad en personas que creen que pueden conocer o predecir todo respecto al ser que aman. Y eso nunca pasa.

-Usted confesó que el matrimonio de Bill y Violet estaba basado en el suyo propio. ¿Paul Auster es Bill Weschler y usted es Violet?

-Yo tengo muy poco en común con Violet. Ella es más bien una mezcla de mujeres que amé y admiré. Pero Bill y Violet tienen un matrimonio de muchos años, muy íntimo, y yo ya hace 22 años que estoy casada, de manera que sé lo que se siente al estar comprometido en todos los planos, incluso el laboral, con otra persona. Paul es un artista maravilloso pero al pensar en Bill no pensaba en mi marido. Bill es un artista plástico, físicamente más grande y aunque es elocuente, ¡ni se acerca a lo elocuente que es Paul cuando se pone a hablar o escribir! De una manera muy sutil, algunas de las obras de arte que inventé para Bill comparten características con la escritura de Paul. Hay un homenaje a “Ciudad de cristal” y reconozco que el tema del hambre en el arte de Bill recuerda a “El palacio de la luna”. Pero esto no es un guiño al lector atento para hacerme la interesante. Cuando uno vive más de veinte años con otra persona, inevitablemente lo cotidiano o lo conversado pasa a formar parte de las propias creaciones.

-En la novela Leo se la pasa reorganizando su cajón de recuerdos. ¿Es una metáfora?

-Hay muchas maneras distintas de contar una misma historia. Cuando Leo juega a reorganizar los objetos en su cajón, es como si estuviese creando relatos alternativos a través de la asociación. La memoria es como la narrativa misma y no siempre es una narrativa verdadera. Finalmente editamos la memoria a través del lenguaje.

-¿Qué nos quería decir a los lectores respecto al sentimiento de pérdida?

-Yo creo que el sentimiento de pérdida es parte de la vida y ciertamente, parte de la literatura. Claro que hay distintas maneras de encararlo. Para mí era importante que el lector, al terminar el libro, no se deprimiese, porque insisto en que no creo que sea un libro depresivo. Leo, el narrador, mantiene intacta su capacidad de amar a pesar de las cosas que le pasan. En una reseña que apareció en un diario norteamericano, alguien escribió que al final del libro la tristeza se siente como un triunfo, en el sentido de que resulta liberadora. Eso era exactamente lo que yo quería.

-¿En qué sentido es éste su libro más “maduro”?


-En los anteriores trataba temas específicos, como la ambigüedad del sentimiento, las relaciones de poder y la experiencia de ser mujer y vulnerable. Pero los misterios de la familia o el amor, la pérdida, la tristeza son temas que no había explorado hasta ahora. Hay escritores que se desarrollan antes, pero para mí fue imposible abordar este material antes de llegar a los cuarenta años.

-¿Es muy difícil ser escritora y la mujer de Paul Auster?

-Paul y yo nos conocimos hace más de veinte años, cuando ambos éramos completos desconocidos. El estaba escribiendo entonces “La invención de la soledad” y yo escribía poemas y trabajaba en mi tesis doctoral. Si bien él había escrito poemas y ensayos antes, toda su carrera como narrador corresponde a nuestro matrimonio. Así que yo sufrí los 17 rechazos que sufrió, por parte de los editores neoyorquinos, “Ciudad de cristal” (obra, que para mandarme la parte un poquito con mi marido, hoy está traducida a más de 40 idiomas). Creo que como hemos compartido los momentos buenos y los malos -pésimos- de nuestras carreras literarias, para ambos, esos avatares son tan naturales como respirar.

-¿Se leen y corrigen uno al otro?

-Sí, pero de maneras muy distintas. Paul me lee lo que escribe más o menos cada quince días en voz alta. Cuando termina una sección o capítulo, me pregunta mi opinión. Reconozco que la mayor parte de las veces me encanta lo que escribió. Pero cada vez que le hice algún comentario o recomendación, lo tomó en cuenta. Conmigo es más difícil. Me toma muchísimo tiempo hacer un borrador, y para esta última novela, él habrá leído cuatro borradores distintos a lo largo de seis años.

-¿Fue Auster quien la impulsó a ser novelista?

-Yo sabía que quería ser escritora mucho antes de conocer a Paul, desde los catorce años diría. Crecí en un pueblo chico de Minesota. Una vez me hicieron una nota en el periódico local, como “la adolescente de la semana”, donde anunciaba muy pretenciosamente que iba a ser una “autora”. A lo largo de todo el secundario escribí poemas y si bien no me publicaron nada hasta que comencé mi doctorado, entonces arranqué con suerte: el primer lugar donde envié un poema fue Paris Review y salió inmediatamente. La prosa vino después. Lo que ocurrió fue que yo leía mucha poesía de los grandes autores. Me parecían tan geniales. Y, de pronto, cada línea que yo escribía me empezó a parecer insoportablemente mediocre en comparación. Así que me taré y no pude seguir. Un profesor y amigo de la Universidad de Columbia me recomendó que hiciera escritura automática, como los surrealistas, que me sentara y escribiera sin parar, sin importar qué saliese. La misma noche que me lo dijo escribí treinta páginas. Pero nunca más fueron de poesía.

-Usted es también crítica de arte. ¿Qué diferencia hay entre escribir un ensayo y escribir una novela sobre arte y artistas?

-A lo largo de seis años trabajé en esta novela que tiene, como un elemento central, arte ficticio creado por un artista que es un personaje de ficción. Desde su publicación he hablado con diversos lectores que me han dicho que, al leerla, ellos podían ver las obras de Bill Weschler y las recordaban claramente. Yo las veía también, claro. El desafío era hablar sobre ellas como cuando escribo sobre obras que existen en la realidad, salvo por el hecho de que no podía contar con reproducciones que me ahorraran parte del trabajo. Aunque el texto da suficiente información para construir una imagen mental de cada obra, el lector debe contribuir con lo que falta. Cada persona ve algo ligeramente distinto, y así se vuelve un participante activo en la creación del arte del libro. Es un sentimiento de unión maravilloso que sólo puede darse en la ficción.

-¿Las obras del libro son las que a usted le hubiese gustado crear?

-Aunque me hubiese encantado poder materializar algunas de las obras que se me ocurrieron al escribir la novela, yo era consciente de que en el mundo del libro éstas pertenecían a otra persona, no a mí, y que provenían de las regiones más recónditas de su vida interior. También sabía que Leo, mi narrador, al hablar sobre ellas enfocaría los aspectos de su interés particular, que la suya nunca sería mi descripción. Nadie puede verlo todo en el arte y toda visión es tan parcial como cualquier oración descriptiva, porque todos somos un poquito ciegos y, cuando contamos una historia, dejamos partes afuera. Por eso, yo no creo en eso de que una imagen vale más que mil palabras. Si el lenguaje orienta la visión y las palabras crean imágenes, entonces el viejo cliché no puede sino caerse a pedazos. Sólo he conocido una persona que insistía en que al recordar a Proust lo que veía eran páginas llenas de palabras. ¿Y sabe qué? Sentí algo de pena por él.




*(Extraído de “La Nación”, Nueva York, por Juana Libedinsk-2004).-

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jueves, abril 12, 2007

LEER RELATOS

Me hago eco de una buena idea llevada todavía a un mejor proyecto, la que Miguel Angel Muñoz ha tenido a bien celebrar en su página "El síndrome de Chejov". Se trataba de elaborar una votación de los mejores libros de relatos de los últimos 25 años y es de destacar la participación -ni alta ni baja, sino entusiasta y verdaderamente participativa- y la recopilación de títulos diferentes, casi rescatados del olvido, variados y variopintos, tanto como los gustos o preferencias de quienes aman este género único -ni breve ni largo, sino intenso- del relato. De hecho, no pude resistirme y también dejé mi aportación. La lista de libros y autores surgida de este bombardeo colectivo merece la pena. Sin duda son lecturas pendientes para este arte narrativo tan poco valorado por estos lares, es decir, como habitualmente ocurre con todo lo bueno. Aunque nunca está dicha la última palabra, he aquí el resultado final:

1º- “Catedral”, de Raymond Carver (1983).
2º- “Velocidad de los jardines”, de Eloy Tizón (1992).
3º- “Llamadas telefónicas”, de Roberto Bolaño (1997).

…Pero mejor os remito al sitio:

¡ FELICES LECTURAS, AMIGOS/AS !

sábado, marzo 31, 2007

ESCRITORES DE HOTEL

Si leer es viajar, del mismo modo un libro puede ser el refugio donde descansamos de las ocupaciones, del paseo o de la excursión, de la ruta o rutinas que nos llevan y nos traen, dejándonos exhaustos de aprender, enganchados a un goce sin igual, que nos permite detenernos, encontrarnos y reponer fuerzas...
Fue Bertolt Brecht quien escribió que “habitar en un hotel significa concebir la vida como una novela”. Tal vez sea ese el motivo que ligue a los escritores con los hoteles con un lazo más estrecho y que, en un toque distintivo, los convierta en una especie de santuario literario, en algo más personal y significativo que una mera necesidad de tener donde retirarse durante el viaje. Algunos escritores buscaron a propósito rincones donde perderse a la búsqueda de un exotismo inspirador, como Rimbaud, Joseph Conrad o Agatha Christie. Para otros, sin embargo, fue vestíbulo de espera, tránsito más o menos temporal, refugio de encuentros y desencuentros, de soledad solitaria o compartida; incluso de etapa final...

Agatha Christie descubrió Siria siguiendo a su marido, el arqueólogo Max Mallowan. Cuando llegó a la ciudad de Alepo, en el norte sirio, quedó cautivada por la historia de la ciudad más antigua del mundo que siempre ha estado habitada, y donde circula el dicho de que "un día pasado fuera de Alepo es un día que no cuenta en la vida". En los paseos de la escritora por el zoco de la ciudadela se fraguaron famosas obras: "Asesinato en Mesopotamia", "Cita con la muerte", "Intriga en Bagdad" o "Asesinato en el Orient Express". Se alojaba con su marido en el Hotel Baron, el mismo en el que también lo hizo Lawrence de Arabia, uno de los más lujosos de Alepo entonces, aunque hoy no tanto.

En la habitación 510 del Hotel Sevilla Biltmore, Graham Greene hizo citarse a dos personajes de "Nuestro hombre en La Habana"; también en el Hotel Ambos Mundos de La Habana se alojaban Ernest Hemigway y Graham Greene: “Nos íbamos por el restaurante Floridita hacia los burdeles y la ruleta del casino”, recuerda Greene, quien también se basó en el Galle de Sri Lanka y en el Hotel Continental de Saigón, para los escenarios de su novela "El americano impasible".

Francis Scott Fitzgerald se estableció en el Hotel Grove Park Inn, en Asheville, Carolina del Norte, donde además de entregarse a sus quehaceres de escritor, llegaba a beber hasta treinta cervezas al día. Fue en el Courtrai de Bruselas, donde el poeta francés, Paul Verlaine intentó matar a Arthur Rimbaud, su amante. En el Hotel Sommer Badenweiller, en Alemania, murió Antón Chéjov, pero antes pidió una copa de champán: “¡También lo pidió Oscar Wilde! Siempre he vivido por encima de mis posibilidades”, dijo.
El último viaje de Cesare Pavese tuvo lugar en el Hotel Roma de Turín, que siempre será recordado por su suicidio: “Perdono a todos y pido a todos que me perdonen”, dejó escrito en una tarjeta.


¡ FELICES LECTURAS, AMIGOS/AS !
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miércoles, marzo 07, 2007

LA GUARIDA DEL LIBRO

El mundo de los blog sirve de caudal para algunos amigos del arte de escribir y, por tanto, también de la lectura. Hoy quiero presentaros el Blog titulado “LA GUARIDA DEL LIBRO”, donde su administradora, Clary López, nos ofrece la oportunidad de participar en un proyecto colectivo que une a diferentes colaboradores con ese nexo en común del escrito convertido en libro. Se trata de un lugar de reunión bilingüe, donde el idioma no significa frontera ni obstáculo; donde aprender a la vez que intercambiar comunicación entre escritores, interesados en descubrir nuevas lecturas o conocer biografías y presentaciones de autores, experiencias personales de publicación, promociones o concursos, temas relacionados con el mundo de la escritura, en torno al libro.
Ni falta hace que decirlo: ¡Sóis bienvenidos/as!



¡SALUDOS, AMIGOS/AS!

sábado, febrero 10, 2007

MÁS QUE LEER

A veces un libro es algo más que una obra escrita o algo que leer, que se puede tocar u oler, algo más que un regalo. Entre los renglones escritos duermen aromas de otro tiempo, cuando germinaba la idea o brotaba la luz primera entre nubes de silencio. Una compañía que ahuyentaba la prisa y nos reconciliaba con la soledad, cómodos y absortos, entretenidos de nosotros mismos. Y es que leer, a veces, es algo más que navegar renglones y surcar horizontes de páginas, sobre olas de letras, a merced de la marea de las palabras. A veces nos gustaría que leer fuese vivir así siempre…


Los relatos contenidos en “PARA EL ALIVIO DE INSOPORTABLES IMPULSOS”, han colocado a su autor, Nathan Englander, a sus veintiocho años, entre los elegidos como uno de los veinte escritores para el siglo XXI. Recientemente ha recibido el premio Pushcart y sus relatos ya han sido traducidos a muchos idiomas. Desde una óptica judía innova situaciones, historias, personajes y modos de expresión, que lo vinculan a la denominada “Generación quemada” norteamericana, en donde aborda la naturaleza humana que explora con un interés universal.


“POZOS DE AGUA BLANCA”, es el primer libro que sale a la luz de la mano de Liliana Rodríguez, una cubana entrañable –antes Venezuela, ahora Miami, en su vuelo vital- de quien me puedo jactar, con humilde satisfacción, por contarme entre sus amigos. Su aparente facilidad para la rima musical no deja de ser un don, la convierte en una artista de las décimas, arte que domina con virtuosismo de sentimientos, como tuve ocasión de comprobar hace algún tiempo, cuando compartimos espacio virtual con un trabajo poético, titulado “Dúo de gaviotas”, que sirvió para edificar esta amistad a ambas orillas del charco. Sentirse poeta se nota en estos textos que, para mí, adquieren un valor todavía más personal. Gracias, Lily, por el detalle de incluir mi nombre entre tus letras. Un regalo que sabes, sin duda, guardaré como tesoro entre mis preferidos.


La escritora australiana Jackie French nos muestra en “TE EXTRAÑO SOFÍA” un tema demasiado frecuente de nuestro tiempo. Sofía relata en primera persona la historia de su hermana, quien salió a realizar unas compras y desapareció. Las dudas sobre si fue decisión propia o un secuestro o, tal vez, un asesinato rodean la desaparición. La tensión e incertidumbre sobresaltan al lector que asiste, igual de impávido que la policía, a la inutilidad de toda pesquisa y a la impotencia de toparse siempre con el silencio. Un mundo de sentimientos, tanto personales como familiares, se descubre y extiende ante la ausencia de un ser querido y, de este modo, Sofía le escribe cartas a su hermana, testimonios hasta entonces ocultos que, sin embargo, nunca llegarán a destino, que nunca recibirá, ni tampoco traerán respuesta.




¡FELICES LECTURAS, AMIGOS/AS!
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jueves, enero 25, 2007

Leer a DONNA LEON

   Sus 17 novelas de misterio –escritas a lo largo de 17 años- están traducidas a 26 idiomas. Aunque vive en Venecia desde 1981 y todos los casos que resuelve su protagonista, el comisario Brunetti, tienen como escenario la ciudad de los canales, la norteamericana Donna Leon (New Jersey, 1942) no permite que sus obras se traduzcan al italiano, “porque quiero seguir siendo invisible en mi ciudad”. Su último libro publicado en España, “Sin Brunetti”, es una recopilación de 52 textos, con ocasiones para la sonrisa o la carcajada, la reflexión o la emoción, incluso la ira. “Esta es mi voz, es el único libro donde digo abiertamente todo lo que pienso”, declara.

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  -Cuando escribió su primera novela, “Muerte en La Fenice”, que fue un gran éxito, ya tenía usted 47 años. ¿Cómo una profesora de literatura, que se ha pasado la vida dando clase por países remotos, se convierte de pronto en autora de novelas policíacas de éxito?

   Un día de 1989, estaba hablando en el vestíbulo del teatro de la ópera La Fenice con un director de orquesta y su mujer, cuando la conversación derivó hacia un famoso director austríaco y al intercambio de anécdotas no muy edificantes de él. El sarcasmo fue “in crescendo”, hasta que empezamos a considerar “formas de matarle”. Entonces se me ocurrió que el hallazgo del cadáver de un famoso director de orquesta en el vestíbulo de La Fenice sería un excelente comienzo para una novela de intriga. Prometí escribirla y eso fue lo que hice…

  -Y se convirtió en un éxito inmediato…

    Nunca he tenido ambiciones; mi reto era escribir la novela, y punto. De hecho, se quedó durante un año y medio en un cajón, hasta que una amiga insistió tanto, que me animó a presentarla a un concurso en Japón. Ganarlo trajo un contrato para escribir dos libros más. Así fue como empezó. Fue casi como un juego.

  -Algo que caracteriza todas sus novelas es que nunca describe escenas sangrientas…

    En esto pienso como Aristóteles: “Deja que la sangre corra fuera del escenario y trae al mensajero para que describa el suceso”. Estamos saturados de imágenes violentas. Para mí, es pornografía barata. A veces, te anuncian un desastre con muchas víctimas y, con cara de circunstancia, el presentador dice que van a dar imágenes impactantes. Yo lo interpreto como: “Van a ver ustedes lágrimas auténticas, dolor auténtico. Siéntense en el sofá con una cerveza si quieren sentir emociones fuertes”. Es una afrenta para las víctimas y para los espectadores.

  -También, en Europa está más cerca de su gran pasión: la música barroca. Sé que colabora con la orquesta de cámara Il Complexo Barocco y su director, Alan Curtis, produciendo óperas de Händel y grabaciones de las mismas.

    Colaboro porque la música clásica está en peligro. Antes concentraba el 10% de las ventas de CDs, luego el 7%, ahora sólo el 4%. Hoy no se enseña solfeo a los niños y la ópera ha adquirido un matiz esnob. Por eso los jóvenes no se interesan por ella.

  -La contaminación y el deterioro del medio natural están presentes en muchas de sus novelas…

    Sí, también están en la que estoy escribiendo, porque es el mayor problema al que se ha enfrentado este planeta. Hace no muchos años, la gente hacía chistes con los ecologistas. Eso ya no sucede. Han comprendido lo que está en juego. La paradoja es que todos hablan mucho, pero nadie hace nada. Estamos dejando que nuestro futuro se lo traguen las alcantarillas.

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    La ciudad de los canales protagoniza siempre sus novelas. Así la describe en “Sin Brunetti”: “Como estamos obligados a ir a pie, todas las mañanas, los habitantes de Venecia tenemos que vernos, cruzarnos o coincidir en nuestros desplazamientos… Para averiguar lo que sea de quien sea, nada como esos encuentros matutinos. En Venecia, el informador te sale al paso y, por lo general, el pago es un café… Cada vez nos sentimos más inclinados a buscar nuestro sentimiento de comunidad en Internet. Venecia, aunque sea por accidente, nos salva de esta tontería”.

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   *(Extraído de Suplemento MH, por Marisol Guisasola, Enero de 2007).- 

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