
Palacio de Bellas Artes. Bien queasí sea: García Ponce fue un hombre que vivió con un pie en la literatura -sus novelas son cumbre del género en México- y con el otro en las artes visuales, como lo demuestra su obra ensayística en torno a pintores que van de Balthus a Vicente Rojo, de Paul Klee a Felguérez. Salvo una sala en que se exhibe la nueva y bellísima obra escultórica de Leonora Carrington, y el tercer piso consagrado al Museo de la Arquitectura, todos los demás espacios de Bellas Artes están ocupados por García Ponce en su triple faceta de escritor, ensayista y crítico de arte. La muestra reúne manuscritos, libros, fotografías, memorabilia y una colección de dibujos y pinturas de los artistas que le interesaron.
García Ponce, nacido en Yucatán, fue antes que nada un novelista, que se interesó desde sus inicios en los más altos maestros del arte de la novela universal. No tenía tiempo para escritores menores, intrascendentes inventados por la circunstancia. En la fotografía facsimilar de la parte central de su librero -la pieza que da entrada a la exposición, en la Sala Paul Westheim-, se concentra lo mejor de la literatura moderna, empezando por el austriaco Robert Musil, cuyo Hombre sin atributos es acaso la novela que más influyó en la literatura de García Ponce. Además de las ediciones en espa?ol, inglés y alemán de este libro, está todo Thomas Mann, todo Proust, todo Nabokov, todo Blanchot, todo Joyce, todo Kafka, todo Bellow, y Dostoievski y Borges y Faulkner y Dos Passos y Miller y Mallarmé, además de Styron, Camus, Rilke, Pavese y filósofos como Nietzsche, Wittgenstein y Heidegger: algunos de los nombres que anoto al azar y que conformaron el canon de García Ponce, sobre el muro, las fotografías de los escritores predilectos: Proust en su lecho de muerte, Joyce con su parche de pirata, Strindberg, Cuesta, Villaurrutia...
Claro, están las mujeres de su vida, Mercedes, pero también Mich?le Alban, su otro amor, y María Helena Herrera, la fiel asistente que corregía incansablemente sus textos (su otra asistente, Angelina, está ausente de la muestra), una vez que la enfermedad hizo aparición. Una esclerosis múltiple que se declaró en 1967. A partir de ese a?o, García Ponce está en silla de ruedas o apoyado en un bastón... Ya deformado su mal neurológico irreversible y progresivo, García Ponce aparece en los últimos retratos de su vida junto a sus hijos y nietos.
Concluida esta parte íntima y literaria de la vida de García Ponce, pasamos a la parte de la pintura, donde lo que se intenta es establecer el diálogo que el escritor mantuvo con sus artistas dilectos, que muchas veces eran amigos suyos. El primer contacto es con su hermano Fernando García Ponce, uno de los baluartes de la generación de la ‘’ruptura’’, a la que Juan apoyó en sus escritos sobre arte. Sigue la obra de Arnaldo Coen con dos pinturas espléndidas, y Lilia Carrillo, con una obra temprana (1963). Un tríptico de Manuel Felguérez ocupa un extremo de la Sala Nacional, junto con obras del también yucateco Gabriel Ramírez. No podían faltar los Corzas ni los retablos de Gironella. Roger von Gunten y Vicente Rojo son los major representados en este elenco de Nueve pintores, como tituló García Ponce su libro de 1968 que marcó un hito la crítica de arte mexicana.
En la sala dedicada a los pintores más jóvenes figuran los hermanos Castro Le?ero, Gabriel Macotela, Irma Palacios, Miguel Alamilla y la austriaca, radicada en México, Ilse Gradwhol. Hay también cuadros de los espa?oles Saura y Gris, de Soriano y Cuevas, de Miguel Cervantes, amigo muy cercano de García Ponce y encargado de la curaduría general de esta interesante exposición.
*(Extraído del Supplemento cultural "Arena", por Pío Ramón, Septiembre de 2005).-