domingo, diciembre 28, 2008

LEE Alexandr Solzhenitsin

Su calvario privado comenzó en 1945, cerca de lo que es hoy San Petersburgo, por hacer unos comentarios en los que se burlaba de Stalin en una carta a un compañero. Le cayeron ocho años, después de una mansión en la Lubianka, la sede de la Seguridad del Estado, el edificio con mejores vistas de Moscú, según el humor de popular, porque de sus sótanos se divisaba Siberia.
Esa prisión temprana le puso un cuño negro a la vida del joven científico con vocación de escritor. Si había soñado con narrar laa vida de los hombres de las riberas del río Don, si tenía hechos los apuntes para unos poemas de amor y sobre un viaje en barco hasta el mar de Azov, los tuvo que apartar para ponerse a rellenar la hojas de papel con su experiencia carcelaria como empleado en un centro científico del departamento de Cárceles y Prisiones. Ese es el tiempo de su novela “El primer círculo” (1968).
Después, en 1950, en el campo de trabajo forzado de Ekibastuz, Kazajistán, ya no tenía nada que desechar. Sólo repasar por las noches su vida de minero, forjador y albañil. Mirar a su alrededor y escribir.
Entre 1953 y 1956, en Kok Teren, en Rusia Central, pasó la última etapa de su castigo, deportado. Cuando cumplió su condena lo dejaron que se mudara, en relativa libertad, a Vladimir Ryzan a dar clases, y a trabajar, en secreto, “Un día de Iván Denísovich” y las notas generales del “Archipiéagp Gulag”. (...)
Sus obras circulaban mecanografiadas, de mano en mano, por la Unión Soviética y, en 1970, la concesión del Premio Nobel le puso un reflector de luz a él y a sus persecutores.
Por fin, en el fragor de uno de esos oscuros episodios exclusivos de los Estados totalitarios, la policía política le quitó los manuscritos a la secretaria de Solzhenitsin. La mujer se suicidó y, en diciembre de 1973, “Archipiélago Gulag” apareció en París junto a esta nota de su autor en la primera página “Con el corazón oprimido durante años me abstuve de publicar este libro, ya terminado. El deber para con los que aún vivían podía más que el deber para con los muertos. Pero ahora, cuando pese a todo, ha caído en manos de la seguridad del Estado, no me queda más remedio que publicarlo inmediatamente”.
Un año después, el escritor fue arrestado. Le quitaron la nacionalidad rusa y tuvo que salir al exilio. Volvió, veinte años después, con resonancias de héroe a una Rusia sin comunismo, pero que tampoco le acababa de entrar en la cabeza.
En agosto pasado, con 89 años, se murió, no en la Rusia que él quería, en la que tenía. Natalia, su esposa, dijo ese día que su marido vivió una vida difícil, pero feliz.
Solzhenitsin había escrito que un hombre es feliz cuando escoge ser feliz y nadie se lo puede impedir.



*(Extraído del suplemento “Magazine”, por Raúl Rivero, Diciembre de 2008).-


domingo, diciembre 07, 2008

Revista ARCO Número DOS

Llegó Diciembre, nuevo mes, nuevo número de la Revista ARCO. Ya está disponible ARCO Número DOS, en la que participan: Martín Saluzzo, Roberto Macció, Harmonie Botella, Yago Rocha, Gustavo Gall, Roxana Heise, Inma Lara, Ricardo Canales, Gonzalo Sanjorge, Alexis Reyes, Endrass, Ángeles Jurado, María Carreja, Luis Tamargo y otros.
La publicación está consiguiendo el nivel de la primera. Se agradecen vuestros comentarios.
Podéis descargarla desde la siguiente dirección:
¡ FELIZ LECTURA, AMIGOS/AS !

martes, noviembre 11, 2008

LEE Revista ARCO de relatos

ARCO es una revista en la que escribe gente dedicada a la literatura, gente con una trayectoria, más y menos relevante. Eso no importa. Lo importante es ofrecer al lector la garantía de abordar una lectura real, original y de calidad, pero también la garantía de cuidar el trabajo de los creativos que aportan su colaboración apostando por un proyecto serio y entusiasta.
Desde hace largo tiempo estamos dándole vueltas a la idea de crear una publicación diferente, dedicada a los escritores noveles, para que pudieran dar a conocer su trabajo libremente, sin condiciones no restricciones। En ARCO cada autor publica el material de su obra que quiera enseñar a los lectores. Se trata de una revista de distribución gratuíta en formato electrónico, con opción de comprar la versión impresa para aquellos que no están acostumbrados a leer en pantalla. Esta revista sin fines de lucro intentará llegar a todos los eventos literarios posibles para que se divulgue el entusiasmo y el espíritu de los escritores menores que mantienen actividades alternativas más allá de sus trabajos y esfuerzos individuales. Los editores podrán echar un vistazo a nuestra publicación en busca de nuevos talentos. ARCO se convertirá poco a poco en una publicación de culto porque en sus cuarenta páginas solamente encontraremos material literario original, nada de artículos, notas ni propaganda publicitaria. Esto marca la gran diferencia de este proyecto ante otros del género, ya que pretendemos que cada número de ARCO sea como un libro que reúna relatos y autores novedosos.

Este es el listado de escritores que forman parte del Nº UNO de ARCO: José María Cimbreño / Ximena Cuenca / Cristóbal Pérez Castejón / Javier Álvarez Mesa / Sandra Miralles / Álvaro Fernández / Harmonie Botella / Chiara Almasy / René Jaramillo / Aymer Waldir / Luis Tamargo / Roxana Heise / Rosa Elvira Peláez / Gustavo Gall / Carlos Sofía / Claudia Apablaza / Hugo Aqueveque / José Luis Raya Pérez / Inma Lara. Todos estos autores aportaron sus trabajos para el proyecto de la revista.

Puedes solicitar un ejemplar de la revista en la siguiente
dirección de E-mail: arco_revista@yahoo.es
ARCO es una revista libre que la hacemos muchos aportando un poquito cada uno.


¡ GRACIAS A VOSOTROS, AMIGOS/AS !

sábado, septiembre 06, 2008

LEE Antonio Machado en Soria

De cuando en cuando acostumbro a regalarme una breve escapada. En esta ocasión, coincidiendo con el final de mis vacaciones, me regalé una ruta literaria largamente postergada, unos días de viaje a Soria, donde pude comprobar in situ la huella perenne de ANTONIO MACHADO, el poeta sevillano convertido hoy en un icono de la ciudad castellana, que el año pasado aprovechó para recordar y reforzar su nexo de unión con el poeta, al conmemorarse el centenario de su llegada a Soria como profesor de Francés, ocupando por oposición, una vacante en el Instituto Técnico. Recorrí la calle El Collado, donde Machado se hospedó la primera vez que se acercó a Soria y que, posteriormente se trasladaría a otra calle cercana, a la calle Estudios, con motivo de la llegada de las tres sobrinas de la dueña de la pensión. Una de estas sobrinas era Leonor Izquierdo, de apenas catorce años, quien con un año más contraería matrimonio en la Iglesia de Santa María La Mayor, situada en pleno corazón de la Plaza Mayor, con un Antonio Machado de treinta y cuatro años; aquella diferencia de edad entre la pareja fue objeto de polémica, incluso el mismo día de la boda, cuando unas voces elevaron el tono contra el profesor y poeta, aunque sin mayor trascendencia.
También recorrí el paseo a orillas del Duero que en tantas ocasiones el poeta realizaba solo o en compañía de su amada, compartiendo poemas, sentires y, con toda seguridad, incidencias cotidianas. La ermita de San Saturio, patrono de la ciudad se erige un poco más adelante, sobre los cimientos rocosos de la ladera; varios puentes atraviesan el río, donde no faltan los recuerdos que aluden al poeta, versos grabados en la roca, en placas, a cada paso, en las orillas, bajo la sombra de los álamos.
En aquella etapa soriana el poeta acudía a las tertulias de la tarde en el Círculo de la Amistad, donde hoy puedes entrar sólo si eres socio o también a desayunar en la cafetería, dentro de un horario estipulado. En total fueron cinco años, pero esa etapa soriana es la que supuso la grandeza del poeta, quien reconocería posteriormente que en ningún otro lugar fue más feliz. Grandeza y tragedia. Cuando en un viaje a París, Leonor vomita sangre, descubren la enfermedad que afecta a la esposa del poeta; será la tuberculosis la que acabará con la vida de Leonor tres años después. Es la impotencia del poeta, quien confiesa en una carta a su amigo Unamuno, que habría preferido morir el primero, la que ha sustituído al milagro que Machado esperaba para su amor, el mismo que resucitaba en el poema al olmo herido por el rayo. Antonio Machado se traslada entonces a Baeza, después a Segovia, mucho antes de Guiomar, del exilio a Francia, de su enfermedad al otro lado de la frontera, de su muerte a orillas del mar en Collioure, tres días antes que su madre, quien le acompañaba, ligero de equipaje, como un españolito más.
De regreso por esos campos de Castilla no pude evitar el eco de sus versos en mi memoria:

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿A dónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
-La tarde cayendo está-.





...Versos vivos, muy vivos. Gracias, poeta, hasta siempre...


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viernes, agosto 01, 2008

Leer a LUIS MATEO DÍEZ

En la actualidad “lo que triunfa” en la literatura “es lo excesivamente explicativo, lo tan ridículamente obvio que pierde lo que toda obra de arte debería tener: capacidad de misterio”, asegura Luis Mateo Díez.
El escritor, que imparte estos días un seminario en la UIMP, se lamenta al pensar que “hace veinte años El nombre de la rosa era un bestseller mientras que ahora el público se conforma con El código da Vinci, “es ínfimo, fijaos qué degradación”, espeta a la audiencia.
Para Díez, mientras que la obra de Humberto Eco “es una novela escrita por un intelectual con un conocimiento de causa enorme”, la de Dan Brown “no tiene ningún tipo de valor literario ni ningún tipo de convicción seria”. De hecho asegura que “los lectores de El Código Da Vinci son los lectores que no leen”.
Ese libro que fue llevado al cine de la mano de Ron Howard, es para el escritor “un ejemplo de la degradación que ha derivado a la novela como producto industrial”.
Díez se lamenta de que “hace unos años Seix Barral y Alfaguara eran garantía de calidad”. Y, ¿quién es el promotor de este fenómeno? Los mercaderes (véase “editores”) “que han ido buscando un negocio desmesurado” a sabiendas de que las novelas “son instrumentos de gran fascinación”.
Díez se expresa con la autoridad que le conceden “más de veintitantos” títulos publicados. El autor de La ruina del cielo habla como escribe, a tientas entre lo absurdo de lo dramático y lo lógico de lo cómico, regocijándose en la cotidianeidad y sus milagros.
Y es que para este escritor el hilo que separa la experiencia vital de la literaria es muy fino: “Si escribir es vivir, vivir también es compartir la vida con esos seres de ficción, esos seres extraordinarios con los que compartes destino” y en consecuencia, padece “un dolor de ficción”.(...)
La clave fundamental para convertirse en un escritor de renombre es la de “tener una capacidad especial de observación”. El autor de Balcón de piedra comenta que “el mundo de la creación y el creador es el mundo de la mirada”. Por este motivo, quien aspire a ser novelista deberá convertirse en un cazador furtivo “que ande siempre con la escopeta cargada”. Y siguiendo con las metáforas, “cobrar la pieza es como tener el elemento crucial que será el origen de la historia que vas a contar”.
Además de la novela, otra de las especialidades de Mateo Díez son los microrrelatos, pequeños cuentos en cuyo artificio este leonés se ha hecho un experto y por los que comparte fascinación con Juan Pedro Aparicio y José María Merino.(...) “Es un género poco cultivado pero fascinante, que supone un reto para el autor”, comenta, “es muy arriesgado pero si no te arriesgas acabarás escribiendo El código da Vinci”.






*(Extraído de "El Mundo", por Ana Mª Nimo, Agosto 2008).-


viernes, julio 18, 2008

Leer a NAGUIB MAHFUZ

¿Cómo sería la vida de Naguib Mahfuz sin la puñalada que recibió la tarde del 14 de octubre de 1994?
Aquel día, el escritor, tras salir de su casa, fue atacado por un integrista religioso, que consiguió clavarle un cuchillo en el cuello. Salvó su vida porque el amigo que le acompañaba en aquel momento era médico y porque el atentado se produjo al lado de un hospital. Desde entonces, le acompañaron las secuelas de aquel ataque. Por ejemplo, su brazo derecho quedó paralizado. “Tuvo que aprender de nuevo a coger el lápiz –cuenta Mohamed Salmawy, su amigo médico–, como si fuera un niño, ¡él, que había recibido el mayor premio literario del mundo! Y lo hizo sin quejarse. Consiguió al final, tras mucho ejercicio, poder escribir media hora al día, aunque nunca más aquella letra clara de antes.”

“Es cierto –contaría el propio Mahfuz–, la amistad, en esta etapa de mi vida, es lo más importante. De ella saco el apoyo y la fuerza necesarios para vivir, un día tras otro. Ahora ya no puedo leer ni escribir, pero mis amigos son mis ojos, mis orejas y mi pluma. Sin ellos, estos hubieran sido los años más miserables de mi vida. Mis carencias me aíslan del mundo, así que tengo que preguntarles qué cosas nuevas suceden en el campo de los libros, la música o el arte. El poquito de conocimiento que extraigo de eso es muy importante para mi bienestar, tanto mental como físico.”

¿Cómo escribe ahora Mahfuz?
“Pienso una historia, la memorizo y la dicto. Es apropiado para mi estado de salud, los sueños proceden del interior de las personas, no es necesario ver ni oír para captarlos en su plenitud. Es lo que puedo hacer ahora. No necesito vivir otras experiencias, porque ya estoy viviendo una interna. Tengo un sueño, lo vivo como algo real y, luego, lo transformo en algo parecido a una novela, algo completo y que tenga significado.”
“Destilo cada frase y cada idea hasta encontrar su esencia. Algunos críticos lo han comparado con los ‘haikus’, pero los que escriben esos poemas japoneses son libres para escoger la forma que prefieran. En mi caso, la necesidad me ha obligado a ser breve. Solamente puedo escribir historias cortas, condensadas, no puedo hacerlo durante más de media hora, me canso, aunque pueda pasarme días dándole vueltas a la cabeza.”

“Sí, la modernización es un proceso natural, las civilizaciones se desarrollan gradualmente y la interacción entre ellas es imprescindible. No se puede ignorar a otra civilización porque todas contienen algo humano. El egipcio es abierto por naturaleza. Su ubicación geográfica, entre los tres continentes más antiguos del mundo, ha permitido una continua interacción con las otras culturas. La naturaleza del egipcio es tolerante, pues es protagonista de una civilización que nunca cerró sus puertas a las otras que pasaron por sus tierras a lo largo de la historia.”

Y precisamente por eso recibió en 1988 el premio Nobel de Literatura. Fue el primer árabe —y hasta ahora el único— en conseguirlo. Mahfuz creía en la utilidad de las palabras.
“Cuando se habla de conciencia, hermandad y justicia en el mundo, alguna gente dice que eso sólo son palabras que expresan sueños. Pero no sólo las pesadillas pueden hacerse realidad, también pueden materializarse los sueños”.
“La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera”.

Con novelas como El callejón de los milagros, la Trilogía de El Cairo, Hijos de nuestro barrio, Jan Aljili, El ladrón y los perros y Miramar, entre otras, Mahfuz abordó repetidamente el tema de la lucha de los seres humanos por mantener la memoria, la dignidad y el amor frente al destino y las convenciones sociales. Su lenguaje siempre fue comprensible y sencillo.

“Si las ganas de escribir me abandonan un día, deseo que ése sea el de mi muerte”, declaró en 1988.
En noviembre de 1994, en el hospital cairota adonde le había llevado tras el atentado sufrido el mes anterior, Mahfuz citó el viejo proverbio árabe: “Los perros ladran, la caravana sigue su camino”. Pero los achaques y las amenazas de los fundamentalistas le mantuvieron desde entonces prácticamente recluido en su hogar, con salidas esporádicas y controladas por la policía. En febrero de 2003 Naguib Mahfuz tuvo que ser hospitalizado. Tenía entonces 92 años y, sin haberse recuperado nunca de las puñaladas que le habían dado en 1994 unos terroristas islamistas, el único escritor árabe galardonado con el premio Nobel de Literatura tuvo que ser ingresado en el Hospital de la Policía de Al Aguza, de El Cairo, donde falleció.




viernes, junio 13, 2008

LEE a Marta Rivera de la Cruz

-¿En España, sin premios no hay paraíso?
-Los premios son la mejor carta de presentación y el mejor vehículo promocional. Después de publicarlos, los libros ha que venderlos. Y los premios ayudan. Mucho.

-Hay autores españoles que publican más de diez libros al año para jóvenes: ¿no corren el riesgo de saturar a un lector acosado por los videojuegos e Internet?
-No lo sé. Yo no soy tan prolífica. Pero cada uno tiene su forma de trabajar.

-Sea sincera, ¿se da a los lectores más indefensos mucho gato por liebre?
-Quizá. Pero el buscarse esa defensa está precisamente en manos de los lectores. Yo no veo a nadie comprando ciertos libros con una pistola apuntando al corazón.

-¿Todavía hay quien no le perdona que escriba en castellano siendo gallega?
-Recibo insultos, amenazas y descalificaciones a diario en mi blog y en mi correo personal, que a veces se hacen extensivos a mi padre y a mi abuelo de ochenta y siete años.

-¿Realmente gentes como Suso de Toro tienen hoy tanto poder en la cultura gallega como se dice, y con qué consecuencias?
-No, no, la culpa no es del poder que pueda tener o no Susu de Toro. La culpa es de quien se ha empeñado en reducir la política lingüística y pretende arrinconar un idioma que hablan cuatrocientos millones de personas. Y que conste que esta historia la inició el gobierno de Fraga. ¿Consecuencias? Las veremos dentro de unos años, cuando empiece a haber generaciones monolingües cerradas al inmenso mercado laboral cultural que ofrece el castellano.

-¿Se atrevería a dar el nombres de tres autores gallegos de primera ninguneados por los nacionalistas?
-No. Podría darle hasta cinco, pero no creo que yo tenga derecho a sacar a nadie a este ruedo. Sólo le diré que en una expedición cultural a La Habana pagada por la Xunta fueron cincuenta escritores, y ninguno de estos cincos estaba invitado.

-En 1998 conquistó el Ateneo Joven con “Que veinte años no es nada”, la historia de amor de una joven y un famoso escritor veinte años mayor... ¿qué autor podría despertar en usted una pasión semejante?
-Siempre pensé que Henry James tenía su atractivo.

-¿Y por quién le gustaría ser seducida?
-Por Scott Fitzgerald. Por lo menos compartiríamos una buena juerga. Perdone que sólo le hable de muertos, tengo pareja...

-¿Algún editor?
-Mucha seducción me parece esa... yo, con mis editores, sólo aspiro a llevarme bien y a convertirme en un producto rentable. Es lo mejor para una relación perfecta.

-Hablando de seducción, ¿qué tal su blog?
-Sorprendente. Hay de todo. Pero en general, bien. Y el día que la cosa se tuerza, lo cierro y en paz.


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*(Entrevista extraída de la prensa local, Mayo de 2008).-.

martes, mayo 13, 2008

Revista de poesía La Fuente de las Siete Vírgenes

La revista “La fuente de las 7 vírgenes” acaba de sacar el número 11 de 2008, en el que han tenido a bien publicar, entre los trabajos de otros autores de distintos lugares del planeta, uno de mis poemas: "En el verano". Mi agradecimiento ante todo; además aprovecho la ocasión para presentarles esta publicación bimensual, donde se cuida tanto la gráfica como el contenido, siempre dedicado a la poesía.

La presentación puede descargarse desde aquí:

¡Están invitados a su lectura, que lo disfruten!

domingo, abril 06, 2008

Lee MUCHO CUENTO


Mientras los novelistas descuidan la novela del presente dedicados a discutir cómo será la novela del futuro (o el futuro de la novela), fijémonos un momento en una de las hermanas pobres del panorama editorial español: la edición de libros de relatos. Todo el mundo nos dirá que es un género que no vende, pero lo cierto es que, si comparamos nuestra situación con la que padecieron los cuentistas españoles hace veinte años o hace cincuenta, cualquiera diría que no ha habido momento más envidiable para quienes se dedican al relato breve.
Las grandes editoriales no apuestan todo lo que podrían por el género, pero tampoco lo desdeñan, como aseguran los que siempre se quejan de todo confundiendo cómo les va a ellos con el curso de las cosas. (...)
Entre las novedades más singulares de la narrativa española, está el libro de relatos de Julián RíosCortejo de sombras”. Y ello no sólo porque encontramos en él a un Ríos que nada parece tener que ver con el autor experimentalista que agotó todos los recursos de los juegos de palabras de nuestro idioma en su colosal “Larva”. “Babel de una noche de San Juan” (1983) –obra discutida hasta la fatiga y celebrada hasta la exageración-, sino porque se trata de un libro redactado hace cuarenta años que el autor mantuvo en un cajón –o en varios- sin decidirse a sacarlo, como si sacándolo viniera a desmentir su deriva vanguardista –con el tiempo, bastante atenuada en sus siguientes obras-.
Componen el libro relatos que pretenden dibujar la esencia de un pueblo, Tamoga, oscuro, habitado por seres frágiles, un poco fantasmagóricos, escritos en una prosa limpia y con un ritmo excelente. (...)
Sólo de lo perdido” es el tercer libro de relatos de Carlos Castán y recoge dieciocho piezas escritas con prosa cuidada, que se gusta, muy dada a la melancolía y a los aciertos poéticos: “Después de tantos años, las habitaciones se habían impregnado de un olor a bata azul celeste y a crucigrama abandonado a medio hacer sobre la mesa camilla...”.
Los títulos de los libros de Castán dicen mucho acerca de su mundo: “Frío de vivir” se titulaba el primero; “Museo de la soledad”, el segundo.
Y, para terminar este repaso a las novedades del género breve, un clásico que por fin se traduce íntegro al castellano: “Siete hombres”, de Max Beerbohm, (...) caricaturista y escritor inglés, es uno de esos autores menores de la literatura inglesa, llenos de encanto y enjundia. Su celebridad se debe a un solo relato: “Enoch Soames”, acerca de un escritor insignificante que pacta con el diablo para saber qué dirá de él la posteridad. Es uno de los siete hombres (que, en realidad, son seis) de este libro asombroso que, entre otros muchos regalos, nos trae una curiosa sorpresa: los dos escritores protagonistas del segundo relato –con esa relación de odio inveterado- se parecen mucho a los protagonistas de la gran novela de Martín Amis, “La información”.




*(Extraído de Las Afueras, por Juan Bonilla, Marzo de 2008).-





martes, abril 01, 2008

Revista NARRATIVAS nº 9

Narrativas es una revista electrónica que nace como un proyecto abierto y participativo, con vocación heterodoxa y una única pretensión: dejar constancia de la diversidad y la fecundidad de la narrativa contemporánea en castellano. Surge al amparo de las nuevas tecnologías digitales que, sin querer suplantar en ningún momento los formatos tradicionales y la numerosa obra editada en papel, abren innumerables posibilidades a la publicación de nuevas revistas y libros al abaratar considerablemente los costes y facilitar la distribución de los ejemplares. En este sentido hemos optado – afirman Magda Díaz y Morales y Carlos Manzano, editores y principales responsables- por editar la revista en formato PDF, ya que permite aplicar técnicas de diseño y maquetación propias de la edición tradicional y a la vez facilita su lectura, ya sea desde la propia pantalla o una vez impresa en papel.


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¡ FELICES LECTURAS, AMIGOS/AS !

sábado, marzo 01, 2008

LEER Haruki Murakami

Por decirlo de la forma más sencilla posible, para mí escribir novelas es un reto, escribir cuentos es un placer. Si escribir novelas es como plantar un bosque, entonces escribir cuentos se parece más a plantar un jardín. Los dos procesos se complementan y crean un paisaje completo que atesoro.
Desde el comienzo de mi carrera de escritor de obras de ficción en 1979 he alternado con bastante constancia entre escribir novelas y escribir cuentos. Mi pauta ha sido ésta: una vez termino una novela, siento el deseo de escribir algunos cuentos, entonces me entran ganas de concentrarme en una novela. Nunca escribo cuentos mientras estoy escribiendo una novela, y nunca escribo una novela mientras trabajo en unos cuentos.
Uno de los placeres de escribir cuentos es que no se tarda tanto tiempo en terminarlos. (...) No es como la total entrega física y mental que se requiere durante el año o los dos años que tardas en redactar una novela. Así que encuentro que escribir cuentos es un cambio de ritmo necesario.
Otra cosa agradable de escribir cuentos es que puedes crear un argumento a partir de los detalles más nimios..., una idea que brota en tu mente, una palabra, una imagen, cualquier cosa. En ese sentido, para mí el cuento es una especie de laboratorio experimental como novelista.
Los cuentos son como postes que indican el camino para llegar a mi corazón, y me siento feliz, como escritor, de poder compartir estos sentimientos íntimos con mis lectores.
Hubo un período en el que narraciones que había escrito como cuentos continuaron creciendo en mi mente, después de publicarlos, y se transformaron en novelas. Un cuento que había escrito mucho tiempo antes irrumpía en mi casa en plena noche, me zarandeaba hasta despertarme y gritaba: “¡Eh, que éste no es momento de dormir! ¡No puedes olvidarte de mí, todavía quedan cosas por escribir!”. Impulsado por esa voz, me encontraba escribiendo una novela. También en este sentido mis cuentos y novelas se conectan dentro de mí de una manera orgánica, muy natural.





*(Extraído de “El Cultural”, Enero-Febrero, 2008 ).-


sábado, enero 26, 2008

LEER Vidiadhar Surajprasad Naipaul


El pequeño pueblo del oeste de Inglaterra en el que vive V.S. Naipaul sólo aparece en los mapas más detallados. No es fácil llegar hasta su cottage de ladrillo rojo, rodeado de setos y baches.
Siempre me he visto a mí mismo como un intruso, un extraño en Inglaterra”, asegura Naipaul, “aunque eso nunca me ha producido el menor dolor”(...). Desde que nació en Trinidad, descendiente de indios, “siempre flotaba ligeramente en el mundo”. Aquello ocurrió en 1.932, en la familia de un periodista del “Trinidad Guardian” que escribía relatos. Después, el chico listo de la casa ganó una beca en Oxford que subrayó su extraña sensación de vivir en una burbuja. “No tenía amigos estudiantes con los que hablar. Mi tutor era un hombre realmente encantador, pero sin criterio en literatura”.
La ambición”, confiesa ahora, “era parte de mi personalidad”. Naipaul ha escrito mucho sobre sus primeros intentos de escribir en una habitación de mala muerte del norte de Londres, tratando de ahorrar cuartillas. “Cuando dejé Oxford, no tenía medios para ser escritor. Pero aprendí a arreglármelas por mi cuenta, como los artesanos”.
Y lo dice Naipaul, que en los años sesenta se benefició de la moda de narradores caribeños que triunfaban en Inglaterra. “Sí, tuve suerte por pertenecer a la cosa nueva”, reconoce Naipaul, “pero aquellos escritores se desvanecieron y me vi solo de nuevo”.
Y Naipaul cita a autores como Camus y Coetzee que “llegaron a sentirse realmente fatigados con el tema de la raza, con sus inexorabilidades y sus presiones para hacer siempre lo correcto”.
Este es un asunto muy delicado. Si uno ha nacido en Trinidad, donde hay dos grupos étnicos principales (asiáticos y negros), tiene una identidad racial. Y lo acepta. Porque rechazar la propia identidad sería de locos. Yo creo que en toda mi obra hay una evidente aceptación de mi identidad. Pero nunca he apartado a nadie”.
O sea, ¿qué Naipaul es un autor sin padres literarios? “Escribí desnudo y sin defensa alguna”, confirma. El escritor apenas reconoce ahora su tardía pasión por Guy de Maupassant. “Quedé completamente deslumbrado al leerlo. Pero no ejerció ninguna influencia sobre mi”.
De hecho, Naipaul es hostil a cualquier magisterio. En su opinión, “la prosa narrativa está en un proceso de cambio absolutamente necesario. En el siglo XIX, la novela procedía del deseo de describir la sociedad. En la actualidad, no hallo en mí mismo ese deseo. Lo que tengo en contra de esta clase de literatura es que todo el mundo puede hacerla. De hecho, todo el mundo se dedica a escribirla. Esto la ha degradado y ha hecho obvia la necesidad de que la novela sea algo más de lo que ahora es. La escritura interesante es la que se hace por primera vez”.




http://militeraturas.ning.com/group/entrerenglones

*(Extraído de El Mundo, Diciembre, 2007).-

domingo, diciembre 30, 2007

LEER Richard Milward


El escritor Richard Milward revoluciona la literatura del Reino Unido. Con sólo veintitrés años ha fascinado con “Apples”, una historia dura que revela la vida de dos adolescentes marcados por las drogas. La cita es en un pub de Soho. Me recibe con una pinta en la mano y me invita a sentarme.


-¿Eres tú el Salinger de nuestro tiempo?
Eso dicen algunos, pero si te dejas influir por los críticos acabas siendo un escritor terrible.

-¿Cuándo empezó a escribir?
A los doce años. Antes de “Apples” escribí seis libros y mandaba las copias a los editores pero no me publicaron nada, aunque me animaban sus cartas.

-La historia de “Apples” está contada por los dos personajes principales, Adam y Eva. ¿Son personas reales?
Son una mezcla de personalidades, aunque Adam tiene bastante de mí.

-El libro está ambientado en Middlesbrough y por la fama que tiene parece el “Bronx” del Reino Unido, ¿es para tanto?
No. Conozco bastante bien la zona porque tengo muchos amigos. Es cierto que hay crimen y droga, pero la gente tiene un gran sentido del humor y cuidan el uno del otro. Hay sensación de unidad y eso es precisamente lo que falta en otras ciudades.

-Han comparado su novela con “Trainspotting”…
Fue un libro que realmente me marcó. Es una locura de historia y por eso me halaga la comparación. Parece que la gente se asusta cuando se habla o se escribe de cosas realmente desagradables.

-Y a usted le han comparado con Salinger…
Realmente mi autor preferido es Richard Brantigan. Se suicidó y su cierpo fue encontrado un día antes de que yo naciera.

-¿Ha tenido que tomar drogas para poder escribir lo que sentían los personajes?
Yo necesito estar totalmente sobrio para escribir, bajo las influencias de las drogas resulta terrible. Supongo que como soy bastante crítico necesito estar con la mente muy clara.

-¿Cree que puede ganarse la vida escribiendo?
Sí, eso espero. Sé que está difícil, pero no necesito muchas cosas materiales para ser feliz. Un pequeño apartamento y poco más.

-En 2009 publica su segunda novela ¿Su ritmo va a ser dos por año?
Sí. Soy muy constante y escribo una hora y media al día, es mi droga. Las ideas surgen en mi cabeza sin parar y necesito escribirlas.

-El título es “Ten Storey Store” y trata sobre… ¿preservativos?
Es un libro sobre el sexo, la muerte, bastante experimental. Es muy surrealista y sí, habla de condones.

-¿Cómo le trata la gente ahora que es “famoso”?
Mi familia y mis amigos están orgullosos y sólo los que son muy estúpidos han empezado a tratarme de otra manera.





*(Extraído de Cultura y Espectáculo, “La Razón”, Diciembre de 2007).-
http://entrereglones.galeon.com


lunes, noviembre 26, 2007

Leer a Alicia Giménez Bartlett


La mujer policía más famosa de la literatura española, Petra Delicado, se embarca en una nueva aventura. "Nido vacío", es el título de la última novela de Alicia Giménez Bartlett y la séptima que protagoniza la singular inspectora, cuyas peripecias se han traducido a seis lenguas.


-¿Cuál fue su primer trabajo?
Cuando estaba acabando la carrera, di clases de latín en una academia costrosa. Estaba situada en un piso de Valencia y lo recuerdo muy bien, porque cualquier rincón de esa gran casa se aprovechaba. A mí me tocaba la cocina, que, por supuesto, no funcionaba, y allí me reunía con diez o doce alumnos a los que daba refuerzo de latín.(...)

-¿Y cuándo pudo vivir de la literatura? ¿Siempre fue su sueño?
Sí, hay escritores que quieren entrar en la Real Academia; otros, que les den el Premio Nobel, y yo quería ganarme la vida con los libros, ser una auténtica profesional de la literatura. Eso siempre lo tuve claro, pero no aconteció hasta el año 1995. En 1991 dejé las clases que daba a alumnos de instituto y estuve como tres años con unos ingresos bajos, hasta que empezaron a funcionar muy bien las cosas. Pero, aunque quede muy pedante decirlo, la mía fue una vocación de la infancia. Recuerdo que contaba historias a mi padre para que él las escribiera, porque yo no sabía. Esta ha sido siempre, siempre mi vocación, no he tenido otra.

-¿Se han cumplido sus aspiraciones profesionales?
Hombre, siempre querrías ser mejor escritor de lo que eres. Quizá no sea posible que yo escriba libros buenísimos... porque siempre tienes la sensación deque lo que has hecho no era suficiente. Entre el pensamiento y la realidad siempre hay un décalage (desajuste). Por eso, aún quiero escribir un libro muy bueno. Esa es mi aspiración, la única que no se ha cumplido. En lo demás he tenido muchísima suerte: he sido traducida a un montón de idiomas, gano dinero, tengo lectores, ¿qué más quiero? (...)

-¿Qué aconsejaría a los que ahora luchan por abrirse camino?
Que trabajen como bestias, no hay otro modo. La máxima de que nadie te regala nada es verdad. Y que estudien, eso de que "ya me lo sé todo" no hay que decirlo nunca. Yo les aconsejaría trabajo y curiosidad. Y los que quieran dedicarse a la literatura tienen que leer y leer, sólo así se aprende.



*(Extraído de "Infoempleo.com", 25 de Noviembre de 2007).-

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martes, noviembre 13, 2007

SI TE GUSTA LEER...

Algunos ya conocéis la historia de "EL TÍO ARISTO", no es la primera vez que subo este relato mío a la red. En esta ocasión lo he enviado a un Certamen literario de renombre, que consiste en premiar al más votado. No voy a pedir cantidades industriales de votos gratuítos -dejaría de ser honesto-, no escribo para eso ni es mi estilo. Los escritos que muestro en Internet no tienen otra pretensión que invitar a pasar un rato agradable disfrutando de la lectura, al menos equiparable al rato que también disfruté escribiendo. Me basta con un sencillo gesto de aprobación si, después de leerlo, os parece merecedor de ese voto. Simplemente por haber leído, os quedo agradecido:
¡GRACIAS A VOSOTROS/AS !


miércoles, octubre 17, 2007

TIEMPO DE LEER


Al año de haber fallecido Tomasi di Lampedusa y, después de ser rechazada su publicación en varias ocasiones, la obra de "EL GATOPARDO" fue publicada con un éxito y un recibimiento total, por parte de público y de crítica, hasta el punto de que hoy se la considera una obra maestra de la literatura italiana. El autor, de familia aristocrática, era descendiente de los príncipes de Lampedusa. Viajero impenitente, de inquietudes artísticas, no fue hasta el final de su vida que se atrevió con la escritura. Nos cuenta la historia de la familia del príncipe de Salina, don Fabrizio. Los soldados de Garibaldi y del rey Emmanuelle II han invadido Sicilia, en su intento de unificar Italia, y el príncipe don Fabrizio Salina asiste, impotente, al cambio que trae la nueva época, el final de su propia clase.
Stellucia, su mujer; Concetta, su hija; Tancredi, el sobrino del príncipe; Don Calogero, el alcalde; Angélica, hija del alcalde; el padre Pirrone, jesuíta de Palermo; Don Onofrio, Francesco Paolo, Ciccio Tumeo, etc, son los personajes a través de los que el autor se sirve para reconstruir los ambientes del siglo XIX, al tiempo que refleja la obsesión que carcome al príncipe de Salina, descendiente de los normandos, ante su inminente final y el de su familia.



Es una de las obras más emblemáticas del escritor alemán, Günter Grass, que le valió ser galardonado con el premio Nobel de Literatura. En “EL TAMBOR DE HOJALATA”, el protagonista es Oscar Matzerath, un enano muy particular, que se niega a crecer y permanece así, por voluntad propia, en la edad física de los tres años, desde que le regalaron un pequeño tambor de hojalata que maneja con soltura y maestría y, a través del cual, habla, siente y se comunica. Su madurez mental, sin embargo, supera a la de los adultos "normales", a quienes ridiculiza en sus reflexiones, siempre que tiene ocasión. Su poder incluso adquiere capacidad vitricida -según él- cuando, debido a la agudeza de su grito, logra romper a capricho el vidrio de las cercanías.
Grass da un uso muy original, tanto a la primera, como a la tercera persona del narrador, que emplea de forma indistinta. Los hechos transcurren en la Segunda Guerra Mundial, en una curiosa mezcla de realismo y absurda fantasía. Desde la abuela de Oscar, Ana Bronski, y el cálido cobijo que José Koljaiczek halla bajo sus cuatro pares de faldas cuando huye; hasta su madre, Agnes, que mantenía una doble relación amorosa con Jan Bronski (hijo del primo de su madre) y Alfredo Matzerath, su padre legal; hasta su primer amor con María Truczinski, de quien nace Kurt, su hijo, aunque acaba casándose con Alfredo Matzerath, a la muerte de su madre, se suceden una serie de acontecimientos como el asesinato de Jan Bronski, su tío y amante de su madre, a manos de los nazis; o el cambio de carácter del señor Meyn, un músico que tenía cuatro gatos, siempre ebrio, que acompañaba con la trompeta al tambor de Oscar; o la destrucción del negocio por los nazis de Segismundo Markus, un judío, vendedor de tambores y juguetes, enamorado platónicamente de su madre; o cuando Greta Scheffler, la vecina de Oscar, aprende a leer con Rasputín; o el viaje por Europa con el espectáculo de Bebra, payaso musical, a la vez que maestro, de gran relevancia y afinidad para con Oscar, a cual más truculenta, pero donde se nos presenta la dura realidad del tiempo de posguerra.
Tras la apariencia infantil del protagonista, el autor critica la hipocresía de un mundo más preocupado por las apariencias y la falsa moral que por los crímenes o las mentiras. Grass demuestra su habilidad como escritor y cambia de registros con facilidad, ya desde perspectivas insólitas o ya entregado a lúcidas improvisaciones, en un alarde de auténtico oficio. El tema social, ironizado con este tratamiento entre simbólico y original, sirve de puente para recobrar el hilo de la moral existente y compararla con el antes y el después de una guerra que afectó no sólo a Alemania sino también al mundo circundante.




En "OTRA VUELTA DE TUERCA" nos hallamos, sin duda, ante la obra maestra de un Henry James maduro de oficio. Se trata de un relato de fantasmas, de un terror que adquiere tintes ancestrales, de naturalidad, a partir de un hecho poco claro e insignificante. La protagonista, una institutriz, es la encargada de educar a un niño, Miles, y a una niña, Flora, que viven en un palacio señorial y apartado. La señora Grose, ama de llaves, entabla amistad con la institutriz que enseguida observa circunstancias y detalles anómalos alrededor de los niños. El fantasma de los cuidadores precedentes, que desaparecieron por causas desconocidas, aparece en torno a los niños, en una especie de acoso irreal, tenebroso y perjudicial para ellos. El señor Peter Quint y la señorita Jessel son los fantasmas de los criados anteriores que intentan apoderarse de la fragilidad del alma infantil. La institutriz entabla una auténtica lucha psicológica con ambos en su intento de proteger a los niños.
James construye con acierto personajes y situaciones, los sostiene con una observación cuidada que va modelando al detalle. La impresión al leerlo es que el autor busca la perfección, tal vez en extremo, para dar esa sensación final de acabado, rotunda, pero a la vez crea un estilo que atrae. Elabora una trama que cobra verdadero interés para el lector, sin descuidar la forma, con un uso exquisito del lenguaje, refinado, elegante, va incorporando un elemento enigmático en ese ambiente aparentemente aristocrático o burgués, de riqueza y solemnidad, pero que tampoco es extraño al misterio o al más puro horror. Una lectura, en suma, que seduce.

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¡ FELICES LECTURAS, AMIGOS/AS !
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sábado, julio 21, 2007

LECTURAS EN VERANO


Con el verano también llega el ansiado período vacacional, ese espacio de tiempo siempre breve, aunque tan necesario, que este año me he propuesto organizar con intención de aprovecharlo mejor. A tal fin he cogido una hoja de papel y, a un lado, he anotado las ofertas disponibles: precios, hoteles, mapas, programas, actividades, horarios... ¡Qué caro todo! De repente me he sentido abrumado por el acúmulo de tantas necesidades innecesarias. Mientras intentaba huir de esta especie de vorágine desatada que amenaza con agotar las ganas de antemano, he ido garabateando, en la otra mitad del papel, un árbol, un río, un pájaro en una nube y, casi sin darme cuenta, he topado con la segunda opción, la que he elegido. Cerca de la orilla, a la sombra de un árbol y con un par de buenos libros que me acompañen; bueno, o tres o cuatro o... No importan los títulos, créanme, tan sólo elegir una buena compañía: ¡Buenas vacaciones, buen verano, buenas lecturas!



Cuando Virginia Wolf escribió la novela "AL FARO", vertió un caudal ingente de experiencias autobiográficas. Creó así un nuevo modo de conducir el hilo narrativo y, a través de los propios personajes, lograr expresar sentimientos, reflexiones o situaciones. Su estilo tiene mucho de poético: imágenes, símbolos o metáforas se despliegan en un alarde de introspección psicológica que ahonda en la búsqueda del núcleo central de los hechos, afectando las circunstancias, para convertirse en algo atemporal, maximizado, casi irreal. Podría afirmarse que a veces nos parece estar leyendo sus reflexiones internas en voz baja, sea en boca de uno u otro personaje, pero siempre su propio monólogo como directriz. Virginia prescinde del narrador para hacer que sean los personajes, por medio de sus impresiones, quienes creen el discurrir de la acción y del tiempo. Su imaginación portentosa pretende mostrarnos la riqueza de un mundo interior, que se basta para explicar o entender lo exterior, pero que no evita tampoco el sufrimiento. Original en el tratamiento y en cuanto a su aportación a la técnica narrativa, su innovación obedecía sin embargo a un carácter de índole más personal. Esta percepción particular de la realidad, sus continuas depresiones y crisis personales influyeron en su vida, en sus obras escritas y en el modo de tratarlas, hasta el punto de que tal grado de profundización y concentrada entrega la llevaron al suicidio como única vía de escape.
Virginia puso fin a sus días, tras varias fallidas tentativas, lanzándose al río, después de llenarse de piedras pesadas los bolsillos de su abrigo. Pero antes dejó escritas dos cartas para sus seres más queridos, su hermana y su marido; y además un legado de obras que nos ayuda a leer de otra manera.



En “VIENTO DEL ESTE, VIENTO DEL OESTE”, Pearl S. Buck nos ofrece un retrato de China y sus gentes con un estilo sencillo y directo, desde su preocupación por los valores fundamentales de la vida humana. El choque y la diferencia entre dos culturas es el núcleo central de la novela. Es su experiencia vital en China lo que le sirvió de base para su obra escrita. Aunque nació en Virginia (EEUU), se trasladó a vivir en China a los pocos meses.
Nos narra en primera persona la experiencia de Kwei-lan, una mujer china educada en la tradición de sus antepasados, casada con un marido que no sigue los preceptos tradicionales, debido al contacto con la cultura occidental. Acusa el contraste entre los nuevos y antiguos ritos: ha sido educada en la sumisión para dar un hijo varón a su esposo. Además, asiste al regreso de su hermano, que estudiaba en el extranjero, con su futura esposa, una mujer americana que desconoce sus costumbres ancestrales y que pronto se topa con el muro estricto e insalvable de la familia. Es el amor la herramienta capaz de doblegar estas murallas infranqueables: su marido no da importancia a las costumbres heredadas y, en cierto modo, le manifiesta su cariño por encima de esas normas. La mujer de su hermano, a la vez, defenderá su amor ante todo contratiempo, mientras el hermano se enfrenta a la familia en favor del amor de la mujer que ha elegido para casarse.
Fue la primera mujer norteamericana en recibir el premio Nobel.



A Marguerite Duras en "EL AMOR" le basta con una playa, un hombre y una mujer como el escenario solitario donde desarrollar su experimento vital de pasión. Apenas unas pocas páginas componen esta serie de capítulos cortos, estructurados a modo de obra teatral y le sirven para crear este microclima particular. Es dentro de este contexto de soledad, aislamiento y, en cierto sentido, también de absurdo, donde mejor se refleja la relación que existe entre dos personas que se aman. En esta orientación metafórica el lugar llamado S.Thala equivale a todos los lugares, cualquier persona a todas las personas y la mujer, con sus miedos y anhelos, a todas las mujeres, en un intento de universalizar la expresión de ese amor. Así, el tiempo parece detenido en este ritmo propio que le imprime la autora a esta historia, con un tono crudo y visceral, acorde a su temperamento, sin contemplaciones a la hora de expresarse, porque escribe lo que siente sin cortapisas, sin miedo a confundirse, a pesar de la confusión que dificulta distinguir entre ficción o realidad. Reflejo de su propia experiencia vital, dura y valiente a la vez, es el vértigo pasional de la propia escritora el que asoma y se esconde, críptico en sus letras y, también así, a propósito, intencionadamente literaria, en su significado.



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¡FELICES LECTURAS, AMIGOS/AS!

sábado, junio 30, 2007

Leer a SILVER KANE


Francisco González Ledesma nació en Barcelona en 1927. Ganó el Planeta en el 84 con “Crónica sentimental en rojo”, aunque también se lo recuerda por Silver Kane, pseudónimo con el que firmó más de 400 novelas del Oeste. Acaba de publicar “La ciudad sin tiempo”, obra que firma como Enrique Moriel.


-Contaba usted 21 años cuando la censura le prohibió una novela por ser “pornógrafa, subversiva y roja”.
Cuando tu primera novela gana un prestigioso premio y viene a dártelo Somerset Maugham y te dice, además, que eres el mejor novelista joven de Europa, pues como que empiezas a creer que tu sueño se cumple. Luego llega Censura y te dice que no vas a publicarla de ningún modo y que vas a estar perseguido siempre y que no vas a poder firmar nada con tu nombre hasta el fin de la dictadura, pues como que la cosa se convierte en pesadilla y acabas recurriendo a Silver Kane para poder publicar, que era lo que realmente me importaba.(…)
-¿Fue duro ser Siver Kane?
Mucho. Cuando estás obligado a escribir una o dos novelas por semana para poder comer, o aprendes rápido técnicas y trucos o te mueres. Lo que hace falta para ser un novelista de una cierta técnica lo aprendí yo entonces.
-¿Qué es un buen escritor?
No se sabe. Lo que uno debe ser, más que buen escritor, es un escritor honrado. Para ello, lo último es pensar en el dinero. Que sea un acto de creación pura. Ése es un escritor. No el que escribe a tanto la pieza. Y te lo dice alguien que ha escrito, y mucho, a la pieza. Por eso sé de lo que hablo. Yo me consideraba un mercenario. Pero las novelas que escribía al margen, en las que sacaba lo que llevaba dentro, son las que me han hecho escritor.
-¿A cuántos escritores honrados ha conocido en su vida?
Parto de la base de que todos los escritores lo son. Si no cómo vas a ponerte a escribir, siendo como es una de las profesiones más inciertas que hay. Cuesta mucho que te reconozcan. Siempre puede haber un iluso. Pero, para mí, el escritor es una persona inicialmente honrada.
-¿Podría dar tres nombres a los que resulte indispensable leer (o releer)?
Sería injusto. Te diré que interesa leer todavía a Tom Wolfe, aunque, por otro lado, también a Balzac, a Zola o a Víctor Hugo. También a españoles como Pereda. Yo leo hasta los papeles del suelo.
-Juzgue el actual estado editorial…
No te puedo decir nada malo porque yo lo admiro todo. Lo que ocurre es que ahora, quizá, hay un cierto espíritu comercial. El editor quiere vender a toda costa y, por mucho que uno se empeñe en lo contrario, acaba al final por contagiarte algo de ese espíritu. Esto no digo que sea prostituir la literatura, pero posiblemente sí que sea edulcorarla un poco.


*(Extraído de Magazine “El Semanal”, por David Benedicte, Junio de 2007).-

! SALUDOS, AMIGOS/AS ¡
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viernes, junio 08, 2007

LA LECTURA FANTÁSTICA DE ROAS

Conocido sobre todo por sus aportaciones críticas e históricas sobre la literatura fantástica europea y su repercusión en España, el barcelonés David Roas es también autor de un par de libros de relatos breves –en la línea de lo que se entiende por microrrelatos– a los que se une ahora Horrores cotidianos, conjunto que agrupa un manojo de narraciones de distinta extensión, desde una línea –como la que da título al libro, parodia de una celebérrima muestra de Augusto Monterroso– hasta quince páginas. Las compilaciones de esta naturaleza adolecen, por lo general, de falta de unidad, porque suelen acoger materiales de factura dispar y de épocas distintas. En el caso de Roas, sin embargo, varios factores contribuyen a rebajar este riesgo. En primer lugar, una carga paródica y humorística presente en casi todos los relatos que constituye un marcado rasgo de estilo, aplicado con frecuencia a las grandes creaciones culturales del ser humano, desde la aritmética (“¿Cuánto cuesta un kilo de carne?”) hasta el psicoanálisis (“Mecánica y psicoanálisis”), o desde la literatura (“Alabama”, “Necrológica”) y la teoría literaria (“Homo crisis”) hasta las ciencias naturales (“El Hipocondrio”). De esta mirada irónica no se libran los relatos literarios o cinematográficos de éxito. Así, “Los niños del Ferrol”, presentado como fragmentos procedentes “del diario personal del D. Meninges”, evoca la novela de Ira Levin Los niños de Brasil –y su versión cinematográfica–, en que se narraban unas supuestas actividades en el país americano del doctor Mengele, el “ángel de la muerte” de Auschwitz.
El otro elemento unificador de estos relatos, por encima de su diversidad, es algo que el título ya anuncia, y que consiste en que la mayoría de las historias transcurren en ámbitos cotidianos, familiares para cualquier lector –el pésame en un tanatorio, una cena conmemorativa, los agobios de unos padres recientes e inexpertos, un día en la oficina–, y es allí donde se produce la distorsión de la realidad, la rebelión de los objetos (“La conmoción de la máquina”) o la intromisión de lo maravilloso (“Autoridad espectral”, “El espíritu manta”). Algún cuento es la materialización narrativa de una fórmula lingüística (“Menos que cero”), y no faltan los homenajes cervantinos de signo distinto, como “La última aventura” o “La culpa fue de Jack London”, cuento éste narrado por un perro. Como cierre, “Palabras” habla de un escritor que acaba de morir y ha dejado multitud de anotaciones y manuscritos incompletos acribillados de tachaduras y correcciones que delatan “su lucha con las palabras, tratando de hallar, de recordar su estilo y de poder expresar su desesperación por ello” (p. 138). Una anotación apunta: “Hoy he examinado los relatos que concluí tiempo atrás. Tampoco me reconozco en ellos” (p. 139). Pero el escritor fallecido respondía al nombre de David, y entre sus obras se recuerdan las tituladas Los dichos de un necio, cuyo autor es David Roas, y Horrores cotidianos, que es el libro a cuyo final asistimos. La obra se vuelve de este modo hacia sí misma, en una inteligente pirueta que unifica en un todo el conjunto anterior y que el lector interpretará tal vez en clave confesional.



*(Extraído de un artículo de “El Cultural”, por Ricardo Senabre, Junio, 2007).-

viernes, abril 27, 2007

LEER A SIRI HUSTVEDT


En esta entrevista, la escritora Siri Hustvedt habla de su nueva novela, “Todo cuanto amé”, y de la relación con el novelista Paul Auster, su célebre esposo:



-¿Por qué este cambio de narrador tan brusco respecto a sus novelas anteriores?

-Bueno, ahora que está tan de moda hablar de la “edad interior” de cada persona, con mi marido solemos bromear que la suya nunca superó los 30 años ¡y que yo siempre tuve más o menos 80! No, en serio, fue una dificultad técnica consciente. Ya había escrito dos veces como una mujer y, en cuanto decidí que el narrador fuese un hombre, lo hice viejo, porque yo siempre me he sentido muy mayor, desde chica. Lo hice judío porque la historia transcurre en un momento particular de la cultura norteamericana y yo quería que él fuese hasta cierto punto un extraño, por ser judío y por haber nacido en Europa en 1930. Es decir, buscaba como narrador un personaje que no se sorprendiese demasiado de que las cosas más terribles puedan pasar en este mundo. Leo toma, a lo largo del libro, el punto de vista del observador, un observador que además es un exiliado. Además, mi madre vivió durante la ocupación nazi de Noruega y siempre me he sentido relativamente cerca de la sensibilidad europea a raíz de eso.

-¿Y por qué un libro tan triste?

-Porque quería mostrar que es imposible conocer de verdad a otra persona. Yo siento ese misterio todo el tiempo, pero a mí no me resulta triste. Una vez que uno lo acepta, el camino como pareja se vuelve tanto más excitante. Hay algo oculto en Bill, oculto incluso para él mismo, pero su matrimonio es un matrimonio de amor genuino. Parte del erotismo para Violet consiste, justamente, en que ella nunca logra comprenderlo del todo. Las relaciones que fallan muchas veces tienen que ver con un sentimiento falso de intimidad en personas que creen que pueden conocer o predecir todo respecto al ser que aman. Y eso nunca pasa.

-Usted confesó que el matrimonio de Bill y Violet estaba basado en el suyo propio. ¿Paul Auster es Bill Weschler y usted es Violet?

-Yo tengo muy poco en común con Violet. Ella es más bien una mezcla de mujeres que amé y admiré. Pero Bill y Violet tienen un matrimonio de muchos años, muy íntimo, y yo ya hace 22 años que estoy casada, de manera que sé lo que se siente al estar comprometido en todos los planos, incluso el laboral, con otra persona. Paul es un artista maravilloso pero al pensar en Bill no pensaba en mi marido. Bill es un artista plástico, físicamente más grande y aunque es elocuente, ¡ni se acerca a lo elocuente que es Paul cuando se pone a hablar o escribir! De una manera muy sutil, algunas de las obras de arte que inventé para Bill comparten características con la escritura de Paul. Hay un homenaje a “Ciudad de cristal” y reconozco que el tema del hambre en el arte de Bill recuerda a “El palacio de la luna”. Pero esto no es un guiño al lector atento para hacerme la interesante. Cuando uno vive más de veinte años con otra persona, inevitablemente lo cotidiano o lo conversado pasa a formar parte de las propias creaciones.

-En la novela Leo se la pasa reorganizando su cajón de recuerdos. ¿Es una metáfora?

-Hay muchas maneras distintas de contar una misma historia. Cuando Leo juega a reorganizar los objetos en su cajón, es como si estuviese creando relatos alternativos a través de la asociación. La memoria es como la narrativa misma y no siempre es una narrativa verdadera. Finalmente editamos la memoria a través del lenguaje.

-¿Qué nos quería decir a los lectores respecto al sentimiento de pérdida?

-Yo creo que el sentimiento de pérdida es parte de la vida y ciertamente, parte de la literatura. Claro que hay distintas maneras de encararlo. Para mí era importante que el lector, al terminar el libro, no se deprimiese, porque insisto en que no creo que sea un libro depresivo. Leo, el narrador, mantiene intacta su capacidad de amar a pesar de las cosas que le pasan. En una reseña que apareció en un diario norteamericano, alguien escribió que al final del libro la tristeza se siente como un triunfo, en el sentido de que resulta liberadora. Eso era exactamente lo que yo quería.

-¿En qué sentido es éste su libro más “maduro”?


-En los anteriores trataba temas específicos, como la ambigüedad del sentimiento, las relaciones de poder y la experiencia de ser mujer y vulnerable. Pero los misterios de la familia o el amor, la pérdida, la tristeza son temas que no había explorado hasta ahora. Hay escritores que se desarrollan antes, pero para mí fue imposible abordar este material antes de llegar a los cuarenta años.

-¿Es muy difícil ser escritora y la mujer de Paul Auster?

-Paul y yo nos conocimos hace más de veinte años, cuando ambos éramos completos desconocidos. El estaba escribiendo entonces “La invención de la soledad” y yo escribía poemas y trabajaba en mi tesis doctoral. Si bien él había escrito poemas y ensayos antes, toda su carrera como narrador corresponde a nuestro matrimonio. Así que yo sufrí los 17 rechazos que sufrió, por parte de los editores neoyorquinos, “Ciudad de cristal” (obra, que para mandarme la parte un poquito con mi marido, hoy está traducida a más de 40 idiomas). Creo que como hemos compartido los momentos buenos y los malos -pésimos- de nuestras carreras literarias, para ambos, esos avatares son tan naturales como respirar.

-¿Se leen y corrigen uno al otro?

-Sí, pero de maneras muy distintas. Paul me lee lo que escribe más o menos cada quince días en voz alta. Cuando termina una sección o capítulo, me pregunta mi opinión. Reconozco que la mayor parte de las veces me encanta lo que escribió. Pero cada vez que le hice algún comentario o recomendación, lo tomó en cuenta. Conmigo es más difícil. Me toma muchísimo tiempo hacer un borrador, y para esta última novela, él habrá leído cuatro borradores distintos a lo largo de seis años.

-¿Fue Auster quien la impulsó a ser novelista?

-Yo sabía que quería ser escritora mucho antes de conocer a Paul, desde los catorce años diría. Crecí en un pueblo chico de Minesota. Una vez me hicieron una nota en el periódico local, como “la adolescente de la semana”, donde anunciaba muy pretenciosamente que iba a ser una “autora”. A lo largo de todo el secundario escribí poemas y si bien no me publicaron nada hasta que comencé mi doctorado, entonces arranqué con suerte: el primer lugar donde envié un poema fue Paris Review y salió inmediatamente. La prosa vino después. Lo que ocurrió fue que yo leía mucha poesía de los grandes autores. Me parecían tan geniales. Y, de pronto, cada línea que yo escribía me empezó a parecer insoportablemente mediocre en comparación. Así que me taré y no pude seguir. Un profesor y amigo de la Universidad de Columbia me recomendó que hiciera escritura automática, como los surrealistas, que me sentara y escribiera sin parar, sin importar qué saliese. La misma noche que me lo dijo escribí treinta páginas. Pero nunca más fueron de poesía.

-Usted es también crítica de arte. ¿Qué diferencia hay entre escribir un ensayo y escribir una novela sobre arte y artistas?

-A lo largo de seis años trabajé en esta novela que tiene, como un elemento central, arte ficticio creado por un artista que es un personaje de ficción. Desde su publicación he hablado con diversos lectores que me han dicho que, al leerla, ellos podían ver las obras de Bill Weschler y las recordaban claramente. Yo las veía también, claro. El desafío era hablar sobre ellas como cuando escribo sobre obras que existen en la realidad, salvo por el hecho de que no podía contar con reproducciones que me ahorraran parte del trabajo. Aunque el texto da suficiente información para construir una imagen mental de cada obra, el lector debe contribuir con lo que falta. Cada persona ve algo ligeramente distinto, y así se vuelve un participante activo en la creación del arte del libro. Es un sentimiento de unión maravilloso que sólo puede darse en la ficción.

-¿Las obras del libro son las que a usted le hubiese gustado crear?

-Aunque me hubiese encantado poder materializar algunas de las obras que se me ocurrieron al escribir la novela, yo era consciente de que en el mundo del libro éstas pertenecían a otra persona, no a mí, y que provenían de las regiones más recónditas de su vida interior. También sabía que Leo, mi narrador, al hablar sobre ellas enfocaría los aspectos de su interés particular, que la suya nunca sería mi descripción. Nadie puede verlo todo en el arte y toda visión es tan parcial como cualquier oración descriptiva, porque todos somos un poquito ciegos y, cuando contamos una historia, dejamos partes afuera. Por eso, yo no creo en eso de que una imagen vale más que mil palabras. Si el lenguaje orienta la visión y las palabras crean imágenes, entonces el viejo cliché no puede sino caerse a pedazos. Sólo he conocido una persona que insistía en que al recordar a Proust lo que veía eran páginas llenas de palabras. ¿Y sabe qué? Sentí algo de pena por él.




*(Extraído de “La Nación”, Nueva York, por Juana Libedinsk-2004).-

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